La semana pasada hubo movilizaciones en una gran cantidad de ciudades del mundo. La mayor parte de los participantes han sido jóvenes. En Elche comprobé la participación masiva de jóvenes; tuve la satisfacción de ver a algunos alumnos de bachillerato, aunque menos de los que me hubiera gustado. Y todo esto se ha gestado en pocos meses, en el llamado movimiento de Greta Thumberg. Es sorprendente el protagonismo que ha adquirido la joven Greta en pocos meses. Hay gente que la ha criticado implacablemente, como si ella fuera el problema, o no le correspondiera decir las cosas que dice. Algunos incluso le recriminan que asume el papel de científicos o políticos. Hay quien la critica por sus trenzas, por su voz, por el hecho de tener el trastorno de Asperger. Enfin… Se diga lo que se diga, el fenómeno Greta no ha nacido como un níscalo en otoño. Su mensaje ha calado porque el tema del medio ambiente comienza por fin a preocupar seriamente a mucha gente. A pesar del enorme esfuerzo que los poderes fácticos despliegan para acallar las advertencias que un grupo creciente de científicos viene lanzando desde hace casi cuarenta años.
El mérito de Greta es haberse convertido en un símbolo con el que muchos jóvenes se han identificado. Ÿ dicho sea de paso, digamos que se lo ha merecido. Greta lleva meses sentándose cada viernes junto a su pancarta a las puertas del parlamento en Estocolmo, en un silencioso grito, con la tenacidad propia de una Asperger. Y al final, su soledad se ha transformado en un grito multitudinario. Pero, en todo caso, la cuestión no es hablar de este personaje que monta en cólera ante las naciones Unidas, y dice sin diplomacia lo que muchos pensamos a esa augusta asamblea, rompiendo la rígida frialdad que el protocolo diplomático exige a quienes hablan desde esa excelsa tribuna.
Pero el tema no es Greta. Lo que ha ocurrido estos últimos días puede parecer insignificante a mucha gente. Pero si leemos entre líneas, podemos atisbar el inicio de un cambio a largo plazo. Quizá sea prematuro decirlo, pero es posible que estemos a las puertas de un profundo cambio social. Porque mucha gente se está dando cuenta que no podemos seguir así: de espaldas al planeta que nos sustenta. No podemos seguir maltratando esta pequeña nave espacial que viaja a velocidades de vértigo por la inmensidad del universo, y de la que depende la vida de más de siete mil millones de seres humanos.
El origen de todo esto es la voracidad del sistema económico que impera en esta nave espacial, basado en la explotación ciega y suicida, que no tiene cuidado del medio ambiente, ni de los derechos humanos, como dice el papa Francisco ampliamente en la Laudato Si’. Mucha gente es consciente de esto, y particularmente las nuevas generaciones.
Es posible que los políticos estén tomando nota. Estos adolescentes van a votar dentro de unos años, y no van a contentarse con declaraciones vagas recitadas en los mítines. Estoy seguro que esto del cuidado del planeta lo van a tener en cuenta a la hora de votar. Porque saben que ellos van a vivir en él mucho más tiempo que el que les queda a las generaciones que les han precedido.
Como educadores también tenemos que tomar nota. Esta inquietud de los jóvenes es una oportunidad educativa para suscitar el compromiso por la justicia, la solidaridad, la austeridad de una vida feliz con menos consumo. Los jóvenes están muy receptivos a este tipo de mensajes. A pesar de sus incoherencias y contradicciones. Nuestro compromiso educativo nos impulsa a trabajar por la justicia, como lo decía el CGXX, en el número 67. Estamos ante una magnífica oportunidad educativa.
Es, además, una buena ocasión para revisar nuestra forma de vivir, de consumir energía y transporte; nuestra implicación en la gestión de residuos, en el consumo de ropa; es una oportunidad para transmitir nuestro compromiso a las empresas con las que tenemos contratos de comedor, las que nos suministran energía; las entidades financieras con las que colaboramos; la implicación institucional con el comercio justo y con el comercio de proximidad. Estoy seguro que se puede hacer mucho más de lo que nos parece, si estamos convencidos de lo que defendemos.
Este movimiento ha empezado ya. No es una moda pasajera. Que no nos pase como a esos que creen que el tema no va con ellos, y se pasan el tiempo criticando las trenzas de Greta Thumberg.
Sería la versión moderna de aquel dicho: “El sabio señala las estrellas; el tonto se queda mirando al dedo”.
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