Han llegado esas ansiadas fechas de Navidad. ¿Por qué son unos días tan esperados? ¿Por las vacaciones, los viajes, las reuniones familiares, los dulces navideños, los regalos…? Podemos tener diversos motivos por los que esperamos con ganas estos días, pero el verdadero es que hace dos mil años nació un niño que nos salvaría a todos. Esa es la principal razón, que el Hijo de Dios nació en un pesebre en el corazón de una familia humilde y no lo podemos olvidar.
Algunos tenemos el privilegio de pasar estos días en nuestra casa y nuestra familia. Sin embargo, no es el caso de otras muchas personas que por diferentes motivos no tienen hogar o familia. Estamos muy pendientes de la reciente guerra en Palestina, sin olvidarnos de Ucrania y en otros muchos países del mundo. Familias que han perdido a todos sus miembros, niños que han fallecido o que han perdido a sus padres. No podemos aislarnos en nuestra propia realidad, cuando hay tanta gente que llora por todas las pérdidas vividas en estos últimos años a causa de la guerra.
Los que tenemos la suerte de celebrarlas con nuestras familias debemos recordar que no son tan importantes las comilonas, sino el sentido que le damos a estos días, que Jesús nació y está entre nosotros, que nos cuida a través de nuestros seres queridos y en todas esas reuniones y encuentros que tenemos en estas fechas. Jesús está ahí si nosotros lo hacemos posible.
Para muchos niños, la Navidad es sinónimo de regalos, cuantos más tenga mejor, pero ¿para qué? ¿Qué educación estamos dando? ¿La felicidad está en el tener por tener o en el valor de las personas y de la vida que compartimos? No podemos dejar que el consumismo, los regalos y los atracones de comida nos nublen el verdadero sentido de la Navidad.
Demos gracias por tener un hogar y comida con la que poder compartir con los nuestros, rodeados de cariño y amor. Recemos y acompañemos a los que pasan hambre o no tienen familia, porque ellos son el Reino de Dios.
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