Es cierto que el uso de los teléfonos móviles se ha convertido en parte de la vida cotidiana, especialmente entre los adolescentes. La imagen de un joven tumbado en el sofá o en la cama con el móvil en la mano es una escena común en muchos hogares. La frase “haz el favor de dejar el móvil que estamos en la mesa” seguramente resuena en muchas familias.
Los datos respaldan esta realidad: 9 de cada 10 adolescentes en España tiene un teléfono móvil propio. Pasan un promedio de 3 a 4 horas al día frente a la pantalla. El estudio de Cáritas también revela que un 39% de los adolescentes pasa más de seis horas al día utilizando sus dispositivos.
Generadores de contenido
Los datos están ahí, pero lo que realmente importa es el contenido al que están expuestos. Muchos adolescentes dedican su tiempo a aplicaciones como TikTok e Instagram. Aunque gran parte del contenido es entretenimiento y es cierto que algunos vídeos carecen de valor significativo, mucha información proviene de los llamados generadores de contenido o influencers.
La influencia de los influencers en los adolescentes y jóvenes es innegable. La cercanía en edad y la sensación de conexión con estos creadores de contenido hacen que sus mensajes sean especialmente persuasivos. Los adolescentes a menudo otorgan mayor credibilidad a las palabras de sus pares que a las de otros grupos de edad.
Un 74% de los jóvenes entre 16 y 24 años sigue a creadores de contenido de forma habitual, incluso repetitiva, es decir, ven el contenido más de una vez, según datos de IAB Spain. El problema es que muchas veces ya se puede diferenciar entre lo que es real o es un producto o una imagen artificial de perfección.
Ante esta situación, nos debemos preguntar qué es lo que podemos hacer. Son muchos los que vienen diciendo que hay que limitar tanto la edad de comienzo en el uso de las pantallas, como su tiempo de uso, pero ¿quién le pone puertas al campo? La presión social y los hábitos adquiridos en los últimos años lo hacen muy complicado. Es ya habitual el uso del móvil a modo de “tranquilizador” mientras el pequeño de la casa se toma la cena o dejar el móvil para que no moleste mientras los adultos están hablando de sus cosas. El primer paso está ahí: limitar su uso en edades muy tempranas. La segunda clave está en orientar, acompañar y supervisar lo que los pequeños y adolescentes hacen con el móvil.
Nadie suelta a un niño en una calle llena de coches sin antes haber explicado el peligro de ser atropellado y el código de los semáforos y los pasos de cebra. ¿Por qué entonces les soltamos en la jungla de internet sin una educación crítica antes? Si como padres y educadores, no tomamos la iniciativa en este aspecto y educamos en ello, lo hará el influencer de moda y entonces será demasiado tarde.
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