He tenido la suerte, a final de febrero, de compartir, con un grupo de coordinadores generales de pastoral de las casas de Santiago el Mayor, unos días de reflexión en Valdocco, en Turín, donde comenzó la obra salesiana.
De la mano de don Pascual Chávez, quien fuera Rector Mayor, fuimos fijando la mirada en Don Bosco, en su espiritualidad, en su relación con Dios, en cómo descubrió, en la misión entre los jóvenes, la manera de hacer realidad un sueño, el que tuvo a los 9 años, que orientó toda su vida, todas sus energías y capacidades. Y hemos podido admirarnos de cómo el sueño de aquel muchacho sigue haciéndose realidad hoy en más de 130 países.
Por los plazos que debemos cumplir para que nuestro Boletín esté listo para distribuirse al inicio de cada mes, es ahora cuando recogemos una pequeña muestra de lo que ha sido la fiesta de Don Bosco en nuestras casas. Seguro que a través de páginas web y de redes sociales, habéis podido seguir la multitud de actividades que se organizan para recordar al Santo de los jóvenes. Ciertamente, Don Bosco es un regalo para todos nosotros que formamos la Familia Salesiana. Pero cada vez somos más conscientes de que es un regalo para toda la Iglesia y para la sociedad.
Un santo con una propuesta espiritual y de santidad muy actual, con unas intuiciones pedagógicas originales que pusieron en marcha obras educativas con una mezcla de ambientes y propuestas que han demostrado su eficacia en la educación integral de los jóvenes, con especial atención a los más desfavorecidos. Una figura, en fin, tan atrayente que miles de personas (Familia Salesiana, educadores, animadores…) a lo largo de más de 150 años han entendido su vida como modelo y ejemplo para configurar la propia vida.
Podemos estar orgullosos de este don de Dios a su Iglesia y al mundo. Y sabemos que, por otra parte, esto supone una responsabilidad, para todos nosotros, de ser fieles a lo que él vivió y cómo vivió; a su pasión por la educación de los jóvenes, por su salvación, para ser, en definitiva, como Él, “signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes”.
La foto que acompaña a este texto es del patio de Valdocco, una tarde de hace unos días. Ese es el patio por el que paseó Don Bosco, ahí se encontraba con sus muchachos. Me gusta que la estatua colocada para recordarlo esté accesible, se pueda tocar, y sea resistente, incluso a los balonazos, para que los chicos y chicas puedan seguir jugando ante su mirada de padre, maestro y amigo. Y no creo que pueda estar más feliz Don Bosco viendo que su querido Valdocco continúa siendo la casa, el patio, la parroquia y la escuela donde chicos y jóvenes siguen siendo los protagonistas. Y si te fijas en la cara de la estatua, Don Bosco sonríe.
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