AITANA SÁNCHEZ GIJÓN, SIMPLEMENTE

De andar y pensar   |   Paco de Coro

13 marzo 2024

  1. Actores

Casi, casi, acurrucado en la desmemoria

“al otro lado del océano de los años” (Hierro),

también yo me supe encarnar en la piel de un actor:

enanito, demonio, pastorcito, marinerito, “el campanilla”,

de pequeñajo en las tablas del Salesianos Atocha y,

por eso, he defendido vorazmente

mi independencia. Siempre.

Enciendo la televisión

y me salta de golpe el programa Martínez y Hermanos.

Aitana Sánchez-Gijón coloniza la pantalla invasora

deslumbrando.

Vive un momento dramático con una mascota,

que parece el corto de una película.

– “Un verano llevé una gata, Glauca de nombre,

preciosa, a Zahara de los Atunes.

Nuestra casa estaba siempre abierta y la gata entraba y salía

“como perro por su casa”.

Como la misión de Glauca en esta vida era incordiar

amorosamente –a las pruebas me remito–

y poco más,

(aunque un día faltara, seguiría siendo un poco más)

atizó el avispero del vecindario, sin querer.

Hay gente, como yo,

para la que el mundo sólo es un equilibrio

entre dos ofensas.

En ese taxidermismo intelectual y hasta

sentimental

de una artista como yo

está la esencia de su vacío,

de su pérdida,

de su trastorno.

El hecho fue que Glauca no volvía.

Pasa un día y otro y otro… y no vuelve.

Pregunto a vecinos y amigos. Nadie sabe nada.

Pongo carteles, pasquines, en las vallas y farolas.

Entrego hojas volanderas por las calles y plazas.

Y nada de nada.

Jodí el verano a todos mis amigos y conocidos. O sea.

No parecía necesario darles ya más vueltas al asunto.

Hasta que alguien del pueblo tuvo la feliz idea:

“Pídele el megáfono al párroco

y reviéntale los oídos a la gata”

desde donde esté… acudirá.

 

  1. El milagro

En Almacenados, la comedia de David Desola,

aguardan todos los personajes a un camión

que jamás llegará,

que nunca descargará su mercancía de mástiles y astas.

Calderón de la Barca tenía toda la razón:

Que la vida es solo un sueño,

y los sueños, sueños son.

A lo que la abuela de San Juan Bosco añadía al primer sueño del santo:

“No hay que hacer caso de los sueños… venga, a trabajar todos”.

Así, el Godot de Beckett que no aparece

mientras Vladimir y Estragón conversan

sobre el absurdo de la existencia;

Así, los diálogos de Ionesco y Artaud,

que desconciertan en el teatro del absurdo, en el teatro de la crueldad,

tras pisotear las huellas fugaces de Miller…

Hasta que aparece el monstruo de la escena:

Aitana Sánchez-Gijón,

para que todo se entienda.

Siempre ajena a los rebuznos de ciertos críticos,

los de la palabra achaparrada y letrinal,

Aitana Sánchez-Gijón

es el milagro de los panes y los peces

sobre la escena.

Ha subido a las tablas junto a Mario Vargas Llosa

en las obras: Las mil noches y un día,

Odiseo y Penélope, La verdad de las mentiras,

La chunga, La peste.

“La escena soñaba con ella antes de existir” –me digo yo a mí mismo–

con esa nos que descarga todos los matices,

que modula todos los tonos

que ahonda en el pensamiento liminar…

la actriz es la mesura en el ademán

en Un Dios salvaje de Yasmina Reza,

La credibilidad en el matiz más pequeño

en Medea de Andrés Lima,

La espontaneidad del gesto

en Malvivir, dirigida por Yago Cáceres,

el dominio de la expresión corporal

y del movimiento

en La madre de Zeller, por Fisher.

Esto, de Aitana

ni tiene sucesión ni continuidad,

ni se hereda, ni se traspasa: arte en estado puro.

Esto, de Aitana,

nace y surge dentro de uno mismo,

y surge desde el principio y para toda la vida.

 

  1. ¡Basta ya!

A mí no me importa.

Yo solo quiero información, aunque sé que la caza de datos sobre Vejer

me aleja todavía más de la búsqueda de Aitana.

La verdad.

Todo, todo, sigue el mismo principio que los ríos:

Si se desvía tan solo un centímetro, el río emprende

un nuevo curso,

cada vez más alejado de su origen.

Vuelvo a Aitana.

“El párroco y Aitana, megáfono en mano, recorren

la playa de Zahara, buscando el gato

de la famosa actriz”,

destaca La voz de Cádiz.

Amigo Antonio, si el alma de los verdaderos poetas

se espera de forma rítmica y

habla de sus alegrías y tristezas de forma musical,

Aitana no podía ser menos.

Se vuelve a subir a su azotea.

Parte de ella no va de farol; parte de ella sabe

que quiere llegar hasta el final.

No ha sentido tanta pena, tanta amargura,

desde que desapareció.

Suficiente pena, suficiente amargura,

Para implicar a todos.

– “Amigos, vecinos, disculpad las molestias.

He perdido a mi gata Glauca.

Siempre que silbo la canción de Spidy Gonzalez,

en lento, la gata vuelve.

Es algo personal. Gracias. Corto y cambio”.

La batalla de información sobre Glauca redefine

lo que es imaginable, previsible y factible.

Y a la cuarta va la vencida.

– “Amigos, vecinos, disculpad las…”

– ¡Bastaaaa! Bastaaaaa ya! –chilla mortificante

una voz de ultratumba.

Su padre propicia cariñoso: – Yo te quiero mucho, hija mía,

pero has hecho el ridículo más absoluto.

Pero uno no puede silbar a lo que es incapaz de encontrar.

No sería porque Aitana no lo intentó.

Eso es lo que tiene una suerte de amistad

basada en la comprensión mutua.

La noticia

surgió durante una larga velada de copas, años después.

Un whisky puro de malta muy caro

rebajó las inhibiciones y provocó revelaciones:

– A Glauca se la comió el perro del vecino,

que no se atrevió a contarlo.

 

  1. Reina Roja

Me dijeron de Aitana Sánchez-Gijón

“Es una roja”.

La verdad es que yo me he pasado por

el “Arco del Triunfo” de Moncloa

–siempre “sine ira et cum studio”–

la rojez de los artistas.

¿Qué importa que Rafael Alberti, el tío de Aitana,

fuera rojo o no, que Neruda fuera rojo o no,

que Luis Buñuel y Fernando Fernán Gómez, fueran rojos o no?

¿Qué importa que Nuria Espert, “la catalana que triunfó en Madrid,

Lola Herrera, “escultora de la palabra”

Carmen Maura, “saeta de música interior”

Maribel Verdú, “sentidora del pensamiento”

Blanca Portillo, “obrera de heridas luminosas” y

Ana Belén, esa frágil y sensible criatura,

perdida en la vida incandescente de Madrid,

sean rojas?

Lo único que importa es cómo hacen su trabajo.

Aitana Sánchez-Gijón.

Siempre se ha caracterizado por su abrumadora inteligencia:

Por comprender a todos y por no juzgar a nadie.

Coherente con su ideología:

Renacentista por italiana

“Siglo de Oro” por española,

vertebrada a la izquierda o a la derecha, qué más da,

ha señalado de forma invariable el éxito

allí donde se produce.

Amigo Antonio, querido párroco, tanto tiempo después,

cuando la vida se me escapa,

puesto ya el pie en el estribo, recuerdo las palabras

de Don Quijote a la compañía de Angulo el Malo:

“…y mirad si mandáis algo en que pueda seros de provecho;

que lo haré con buen ánimo y buen talante,

porque desde muchacho fui apasionado a la carátula,

y en mi mocedad se me iban los ojos tras la farándula”.

No olvides, Antonio, que mi abuelo paterno:

Alejandro de Coro, de profesión y nacimiento gallego,

fue cómico y de los buenos en la Villa y Corte, en la República,

aunque apareció ahogado una mañana en el estanque

de El Retiro.

Mi abuela, Mamá Nona, había disfrutado mucho con él

en el teatro de la Zarzuela, donde acudía a verla como corista memorable,

pero también un poco execrable y adorable,

cuando desde los 5 a los 7 años en Casbas de Huesca,

me cantaba y bailaba en camisón

antes de dormir las poesías de las zarzuelas

que son “música y letra a la vez”, decía.

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