No me podía imaginar que me tocará escribir el artículo en plena Semana Santa, no creo en las casualidades, y se que no es casualidad que sea en este momento para mí, que soy tan cofrade y que la vivo tan intensamente en mi casa desde que nací. La mente vuela veloz y mezcla recuerdos de nuestra niñez con experiencias descubiertas en la actualidad y no nos podemos quedar sólo en la fiesta que en nuestra tierra se vive tan apasionadamente, sino hay que llegar al espíritu, pues no todo es de color hay también blancos y negros.
Os invito a ser testigos del Mensaje de Cristo con nuestra vida y nuestras obras junto al sueño de capirotes, el eco de tambores que se tornan en latido, el incienso que arde, el pañuelo, el encaje y la lágrima, el sendero de cera derretida. Os llamo al idioma del amor de los detalles, de manos de madres que cosen y planchan, de música expectante ante un evangelio escenificado y una teología hecha escultura. Os convoco a la sensación de brisa que nos dejan al pasar. Os anuncio el silencio del Señor en la calle y el dolor de su Madre. Húmedos aromas de las túnicas cuando son sacadas de los armarios, entonces es primavera y se huele en nuestras casas, cuando percibimos el aceite hirviendo para las torrijas y las tortillas de bacalao, los garbanzos de vigilia y el arroz con leche. La primavera nace con el tacto de los dedos que abren delicadamente cada clavel, pero la primavera explota cuando nuestros ojos penitentes se clavan en los de Cristo. Cuando de una manera especial tomamos nuestra propia cruz para seguirle. Y la tomamos con amor, pero el amor lleno de esperanza y perdón, de piedad y de redención. Pues el verdadero amor no es apariencias, ni fachadas, no está en las redes, no se encuentra en el Facebook, ni el instagram, ni el twiter, ni en el whatsaap, el verdadero amor está en Cristo y no hacen falta palabras.
Y especialmente hoy os muevo a reflexionar, pues tengo el alma rota por todo lo que ocurre en nuestro tiempo. No sé qué está sucediendo cuando no es un atentado, una guerra, un asesinato, un diluvio, una bomba, un secuestro, un accidente, una pelea, un terremoto, una catástrofe, una epidemia, un incendio. Protégenos mi Señor y líbranos de este miedo.
Dos mil veinticuatro años después sigue habiendo muchos calvarios y muchos Cristo clavados en la cruz…. Porque seguimos usando nuestros mares con sus cruces de pateras. Y el calvario de la enfermedad, la corrupción y la droga y cruces contaminadas enclavando al medio ambiente crucificando el mañana.
El mal, está presente entre nosotros, qué veneno es el que corre por las venas del que asesina sin tener remordimiento. Cuántos de los nuestros están luchando en un mar de una fuerte tempestad, hagámosle saber que seguimos necesitándolos y si algún día para remar notas que las fuerzas le están fallando, que el Señor y nosotros les ayudemos, que junto a ellos rememos para calmar el mar de su vida y llegar pronto a alcanzar la otra orilla.
Creo en el que se arrodilla o persigna al ver a Cristo pasar en la cruz, en el enfermo que con dificultad se asoma al balcón, en el que se desgarra la garganta con el canto de una saeta, en el que camina descalzo o en los que lo llevan sobre sus hombros o cerviz, creo en los que portan un cirio o los que van de penitencia.
Porque el camino de Él
el verdadero camino
el camino que Él quiere
para llevarnos consigo,
es un camino de amor
donde hay lirios y hay espinos
donde todo se comparte
con caridad y con cariño,
donde se ayuda al hermano,
y no hay envidias, ni olvidos
ni rencores, ni rencillas
ni mal ejemplo a los hijos.
Y ese camino, es más largo
que no dura sólo un día
en que nos hacemos buenos
junto a Él en su salida.
Somos herederos de un soñador, y yo hoy os dejo mi sueño, Acerquemos a los jóvenes a Él, para prepararnos y prepararlos al relevo generacional, que mantenga el esplendor y constituya una garantía de continuidad, sigamos caminando, creciendo como personas, siempre desde la misericordia y el perdón, vivamos el presente, entendamos que el tiempo no retrocede es una regla para sentirse libre y disfrutemos de cada momento que nos regala la vida.
Y sobre todo creamos en Dios, cuando el sol dora las calles y se quiebra el azahar y redoblan los tambores y se quema más incienso y se abren ya las flores y la mañana ha despertado y va diciendo por nuestras calles que Cristo ha resucitado.
0 comentarios