De pequeña me llamaban así en casa: “la nones”. Siempre que me pedían algo, la primera palabra que salía de mi boca era: NO. Entonces sabía muy bien decir que no, aunque mi madre decía que luego ese no se convertía, habitualmente, en un SÍ de hecho.
Actualmente hay mucha literatura sobre cómo “Aprender a decir que NO”. Y yo me he encontrado con mucha gente que me dice: tienes que aprender a decir que no.
Me parece que, a estas alturas de la vida, no voy a saber hacerlo. No voy a saber dar un NO RADICAL, quizá porque en mis genes y en mi educación no aparece el concepto.
Porque… ¿qué implica decir que NO? ¿Digo que no a unos para decir que sí a otros? Esos mismos que me dicen que tengo que aprender a decir que no, pero ellos esperan mi sí. Relee despacio, que no es un galimatías.
Sirva esta reflexión para, desde la mirada de una madre, enseñar a los más jóvenes a aprender a gestionar sus síes y sus noes.
Llevo toda la vida diciendo más veces sí que no, y no me ha ido tal mal. Y aunque de entrada era NO en las manos era SÍ. Creo que es importante aprender a decir: “ESPERA, tengo mi ritmo. Tus tiempos no son los míos. Cuenta conmigo, pero dame aire” y en ello estoy: dame aire.
Decir NO _aparte de cuando era pequeña que creo me resultaba divertido_ me ha generado, la mayoría de las veces, desasosiego; interrogantes ante la afirmación: “Si puedo hacerlo ¿por qué no hacerlo?”. Y en otras, malestar con las personas, ruptura de relaciones…
Decir SÍ, siempre me ha hecho crecer, aprender, entrar en lo desconocido, llegar a lo más íntimo y volar sin alas.
Así que “la nones” comenzó un día a decir SÍ y le ha ido bien. Siempre que quien escucha mi sí, respete mi ritmo…me de aire.
¿Y, para ti, qué supone decir SÍ o decir NO?
Decir NO, a veces hace aprender a otros. Por lo tanto si que hay que saber decir NO algunas veces.