Ibrahim* vino a verme al acabar el curso para agradecer la formación y el trato que había recibido a lo largo de los dos años de su permanencia en el centro. En aquel momento trabajaba en “B” en un restaurante de los alrededores y con ello ayudaba a su madre y hermano, con los que había venido desde Argelia hace unos años.
Me comentó que la empresa en la que había realizado la formación dual le había propuesto un trabajo, pero la dificultad residía en su situación irregular, puesto que no tenía su pasaporte en regla. Para su renovación necesitaba un certificado de penales. Y esto era muy difícil, porque era preciso que alguien se lo enviara desde su país. Y a él no le quedaba familia allí.
Le dije, sin pensármelo mucho: “Yo sé de alguien que te va a solucionar el problema”.
Me miró sorprendido: ¿“Conoces a alguien en Argel”?
“Todavía no”, le contesté.
Le dije que se marchara y que al día siguiente le diría algo.
Se marchó intrigado, pero no dijo más.
Cuando se hubo marchado, busqué en internet la dirección de Cáritas Argel y les envié un correo electrónico explicándoles la situación.
A las dos horas tenía una respuesta positiva, poniéndose totalmente a nuestra disposición y dándome el nombre y dirección electrónica de una persona que le ayudaría para realizar el trámite.
Al día siguiente regresó Ibrahim, bastante intrigado. “¿Qué?; ¿Hay noticias?”
Adivinó mi respuesta por la amplia sonrisa con que le acogí.
“Siéntate -le dije-; ya tengo a alguien que te va a hacer los trámites.
“Pero, pero… ¿cómo lo has hecho?”
En Argel hay Cáritas, y Cáritas ayuda a todo el mundo.
Le expliqué que en casi todos los países del mundo existen delegaciones de Cáritas que prestan ayuda sin distinguir credos o culturas. Yo -le expliqué – sabía eso. Y sabía que los cristianos intentamos parecernos a Jesús en el servicio a los demás, y de paso le aclaré la significación de la palabra “Cáritas”.
Para él fue una experiencia de fraternidad y conocimiento de lo que es la Iglesia.
Y, para mí, una renovada confianza en los potentes lazos que la fe en Jesús afianza por encima de distancias físicas y culturales.
En estos tiempos recios de regreso a los discursos supremacistas y excluyentes, creo que es una vivencia digna de ser compartida.
(*) El nombre es ficticio. Lo demás, no.
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