En el contexto de esta celebración, desde el ámbito mundial de la Asociación se ha propuesta la celebración de un trienio de preparación a este 150 aniversario, de tal manera que éste no sea un simple acontecimiento puntual, si no un evento que renueve y dinamice nuestra identidad y misión.
El primer año de este trienio, que culminamos el pasado 9 de mayo, pretendía ponernos en sintonía con la idea original de Don Bosco para nuestra Asociación. El ritmo vertiginoso de nuestra vida diario, también la vida asociativa, el activismo, los compromisos pastorales… a veces nos sitúan en una inercia que nos mueve a sacar adelante una serie de actividades y tareas, sin muchas veces valorar si las mismas responden a las necesidades y objetivos que nos planteamos el día de nuestra promesa apostólica.
Es por ello importante volver a mirar atrás, a esa intuición original de nuestro fundador que le movió a agrupar a todos esos colaboradores en un solo movimiento, considerándolos hermanos laicos con un estilo de vida, conforme a una promesa, para dedicarse al bien de la juventud, que para Don Bosco no es otro que el Da mihi animas, la salvación de sus almas, el Reino de Dios.
148 años después, y conforme a nuestro actual Proyecto de Vida Apostólica del año 2012 (“un auténtico libro de vida”, en palabras de Don Pascual Chávez, moderador supremo de la Asociación como Rector Mayor en esa época), los salesianos cooperadores hacemos una serie de compromisos por medio de nuestra promesa apostólica en nuestro ingreso en la Asociación. El primero de ellos y el más importante: “ser fiel discípulo de Cristo en la Iglesia católica y trabajar por tu Reino, especialmente por la promoción y la salvación de los jóvenes”.
Porque ser salesiano cooperador no es un fin en sí mismo, no es un camino que culmina con la proclamación de esta promesa. Ser salesiano cooperador es ser fiel discípulo de Cristo para trabajar por su Reino. Ser salesiano cooperador es vivir en clave evangélica nuestro día a día con estilo salesiano, siendo testigos de que merece la pena vivir en estas claves en un mundo individualista, consumista, donde prima la inmediatez y no los procesos. Es una propuesta de vida sencilla pero contracultural, donde dar este testimonio de vida coherente y significativo tiene mucho más valor que todas las actividades y propuestas que hagamos fuera de estas claves.
Parece fácil, ¿no?
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