Por eso es muy interesante descubrir por dónde perdemos nuestras fuerzas en el día a día. Unas veces se debe a problemas físicos o psíquicos que pueden necesitar de una revisión médica o atención psicológica, otras las analíticas nos dicen que no hay nada que vaya mal y sin embargo nosotros sentimos que “no estamos bien”.
Es verdad, también, que el tiempo en nuestra vida no pasa en vano y que conforme transcurren los años nos damos cuenta que no somos capaces de alcanzar y conseguir lo mismo y con el mismo esfuerzo. Pero si en la salud física y psíquica los resultados dicen que todo está bien, seguro que valdrá la pena revisar por qué no estamos al cien por cien, cuáles son los ladrones de nuestra energía.
El Dalai Lama ha escrito sobre los 10 ladrones de energía que podemos revisar y aplicar a nuestra vida para poder mejorarla. Veamos algunos.
Las personas tóxicas, las que nos convierten en un cubo para echar su basura de quejas, miedos y prejuicios. Son las malas amistades, las que envenenan el entorno familiar, las que siembran la discordia en el trabajo y amigos. Debemos poner distancia y protegernos de esta gente.
No descansar. Darnos permiso para descansar en un momento en que lo necesitamos. El cuerpo es un elemento imprescindible para llevar a cabo lo que nos proponemos, somos cuerpo. Hay que tratarlo bien. Estar atentos, sin obsesionarnos, sin hipocondrías, sin manías, sin caprichos, a los mensajes que nos manda. Hay que relajarnos, descansar, dormir lo que conviene, pasear, hacer vacaciones…
Aceptar. No hay nada que nos haga perder más energía que resistir y pelear contra una situación que no podemos cambiar. Lo que podamos hacer o cambiar a por ello, lo que no podemos modificar requiere una actitud distinta, sencillamente, nada más y nada menos, que vivir con ello. No es fácil, ni se soluciona en un par de días, pero se puede: un duelo, una perdida, un bache…
No perdonar. Perdonar es dejar ir una situación que nos está causando dolor El odio hacia la persona que nos hecho daño es algo que nos sale naturalmente, pero es lo que más daño nos hace y más desgasta nuestras energías. Odiar no hace daño a la persona que nos ha hecho daño, nos hace daño a nosotros y nos hace perder energía a raudales. El perdón exige un cambio en el corazón, una voluntad de querer cambiarnos. Si no perdonamos, somos nosotros los que salimos perdiendo, porque en nuestro espíritu quedará el resquemor, la amargura, la herida. Perdonar es lo más curativo y sanador que existe.
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