Confiar y esperar

Aprendiendo a Vivir

17 octubre 2024

Ana Prieto Bernardos Orientadora, ASSCC, Hogares Don Bosco

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“Los hijos no nos pertenecen, si no que nos han sido confiados”. Todo padre cristiano suele tener presente en algún momento estas palabras. Decirlas es fácil, vivirlas es otro cantar.

“Los hijos no nos pertenecen, si no que nos han sido confiados”. Todo padre cristiano suele tener presente en algún momento estas palabras. Decirlas es fácil, vivirlas es otro cantar. Vivirlas supone un esfuerzo personal de confianza en nosotros mismos y de esperanza. Sentir que somos amados por Dios, con nuestras luces y nuestras sombras, sentir que somos aceptados plenamente.

Acompañar en la vida
Fruto de esa confianza podemos enfrentarnos al acompañamiento en la vida a nuestros hijos.

Cuando nuestros niños son pequeños, ese temor a que sepamos hacer las cosas bien para evitar que alguien les trate mal, a que no consigan tener buenos amigos, a que no les vaya bien en el colegio, a que estén sanos y fuertes…

Cuando son adolescentes, ese temor a que sepamos acompañar bien para que no caigan en adicciones de redes, consumo de sustancias, relaciones tóxicas, para que tengan una buena base que les dé un buen futuro profesional…

Cuando son jóvenes, ese temor a no dar buenos consejos para que lleguen a un trabajo donde se sientan felices, valorados, con la mejor remuneración posible, con un proyecto de vida en pareja que les haga desarrollarse…

Solemos sentir que depende de nuestra mano que les vaya bien a nuestros niños y niñas (aunque tengan 49 años…). Y es verdad, somos instrumentos de Dios para acompañarles, iluminarles y acogerles según van avanzando en su camino. Pero lo que de verdad les ayuda a transitar en su vida es tener unos adultos en la familia, preferiblemente sus padres, que sean modelos de autoconfianza, aceptación de sus propios errores y sobre todo de profunda esperanza de que pase lo que pase, bueno o malo, siempre van a tener unos brazos que los acojan. Cuando un adulto vive así su relación con Dios, eso le lleva a vivir así su relación con los demás, y por ello, le enseñará a su precioso retoño a ser feliz, es decir, a cómo poder enfrentarse a todos los dolores y alegrías de la vida sin que ninguno de ellos le haga perder el rumbo.

Por ello, para cuidar a nuestra familia, lo más importante, creo humildemente, es hacer el sacrificio de cuidarnos a nosotros mismos, quitándonos tiempo de otros aspectos que pueden parecer más urgentes, pero seguro que no más importantes. Y aunque resulte evidente, todo esto pasa por una buena comunicación, que se basa en escuchar, escuchar y escuchar, tanto fuera como dentro de nosotros mismos. Eso también es rezar.

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