Yo no me considero feminista. Nunca he militado ni he sido una persona especialmente reivindicativa en este terreno. Me considero fundamentalmente una persona igualitaria, que creo que es un concepto que va más allá. Entender que todos los seres humanos somos iguales, tenemos los mismos derechos, que hemos de tener las mismas oportunidades en la vida y en el mundo.
Somos iguales independientemente de todo lo que son nuestras características. Bien por las que traemos de nacimiento, bien por nuestra fisonomía, cultura, país, religión, gustos… Creo que, si hemos sido educados en este concepto, lo otro se da por añadidura.
Escribo este post el 25 de noviembre, en el que, aunque no seamos feministas, el bombardeo social y mediático nos obliga a dedicar unos minutos al menos a pensar en la situación de la mujer en el mundo en este momento.
Yo llevo un tiempo un tanto acongojada al respecto, sólo viendo las noticias del último mes. Miramos a ciertos países árabes que hasta no permiten que se oiga la voz de una mujer en la calle. Miramos nuestra sociedad y vemos como cada vez hay situaciones de violencia y muertes a edades más tempranas. Hay como un retroceso. ¿Qué nos está pasando?
Y también, con todo el respeto del mundo, quiero expresar mi perplejidad porque en este siglo XXI en la sociedad occidental, uno de los pocos lugares en los que oficialmente hombres y mujeres no son iguales y, por lo que parece, tiene pocos visos de serlo, sea nuestra Iglesia; la institución que ha ayudado a consolidar en occidente la igualdad, la democracia, la fraternidad.
Recuerdo que hace ya bastante tiempo un salesiano vaticinó en una sobremesa: La Iglesia está perdiendo progresivamente fuerzas porque las personas a veces no se sienten representadas. Primero fueron los obreros, luego serán los jóvenes y, por último, las mujeres. Espero y deseo que no sea una profecía porque en este momento creo que son la mayoría de las manos y corazones de nuestras presencias, actividades y movimientos. Nos ponemos en manos del Espíritu. Que Él nos guíe.
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