¿De qué se trata? De que las fresas y frutos rojos de Huelva y de otros lugares del sur de España necesitan mano de obra: hay que preparar, cultivar y, sobre todo, cosechar. Cerca de 20.000 puestos de trabajo se ofrecen cada año.
Uno imaginaría que, entre los casi tres millones de parados que hay en España, habría bofetadas para disputarse uno de esos puestos, porque, a fin de cuentas, 20.000 puestos no son casi nada para 3.000.000…
Pues no, señores; son menos de 1000 los españoles interesados en ocuparse en esa tarea. Los productores se ven obligados, entonces, a contratar mujeres en Marruecos. Serán 7500 entre enero y febrero y llegarán a 14500 en marzo, según leo en las informaciones. Sólo en la ciudad de Kenitra -mi ciudad en este país, porque pasé casi 8 años viviendo en ella- son contratadas 2000 mujeres.
No eligen a cualquiera. Quieren mujeres casadas y con hijos… pero que viajen solas. Así se aseguran que no quedarán en España, sino que volverán a su hogar y a su familia… porque aman a su gente y se les necesita también en la casa.
La emigración está bien organizada, y tanto el gobierno marroquí como el español, se aseguran de que los empresarios respeten los derechos de estas trabajadoras, que sean bien tratadas y remuneradas de acuerdo con las leyes españolas. No se trata de emigración irregular o salvaje: todo el mundo tiene su pasaporte, su contrato de trabajo y su visado de entrada en España.
A pesar de la transparencia de esta operación, leo en el periódico comentarios como estos: “A éstas ya no las echan ni con agua caliente de España. Menudo chollo han pillado gracias a las progres españolas.” “Pues venga, y después a pedir papeles y paguitas, que ya sabemos que después se integran muy bien en el país de los españoles malos y fascistas.”
Es evidente que estos comentarios están hechos desde la ignorancia de cómo se organiza y gestiona toda esta operación (ignorancia perdonable) y desde la ideología xenófoba y racista (lo que ya es más difícil de perdonar).
Yo no pude resistirme a meter cuchara en este plato con el siguiente comentario en respuesta a Manuel:
“¿Y dónde están los casi tres millones de parados españoles? ¿Por qué no acuden en masa a ocupar estos puestos de trabajo, que se les ofrecen?
Estas trabajadoras marroquíes hacen el trabajo que los españoles no quieren hacer. Y no se quedan en España, porque el gobierno español se asegura de que sean esposas y madres de familia (con uno o varios hijos que quedan en Marruecos), de manera que tengan que volver.
¿Tan flaca y corta memoria tenemos? ¿Es que nos hemos olvidado de las decenas de miles de españoles que iban a la vendimia a Francia cada año en los años 50-60-70? ¿Y los que iban a Alemania y Suiza a trabajar? ¿y de los centenares de miles que fueron a Argentina? Gracias, entre otros factores, a 3 millones de españoles emigrantes, España puedo levantar cabeza… ¿Y ahora les vamos a negar a estas personas el derecho a un trabajo que se les ofrece y para el que se les reclama?
Sr. Manuel, su nombre, que es hermoso, significa «Dios con nosotros». ¡Qué pena que usted no honre a ese Dios que fue emigrante a Egipto y que quiso hacerse uno de nosotros, para que todos fuésemos hermanos entre nosotros.
Dios bendiga a esas mujeres trabajadoras, sacrificadas madres de familia, que con dolor dejan a sus seres queridos, su país y su gente para ir a ganarse honradamente el pan para sus hijos”.
¿Hasta cuándo tendremos que soportar estas actitudes antihumanas y anticristianas, que no ven en cada persona un hermano o una hermana? ¿Hasta cuándo cargaremos sobre las espaldas de todo un pueblo las culpas que hayan podido tener alguno de sus miembros? ¿Puedo yo llamar “terrorista” a todo vasco que se me cruce por delante solamente porque existió la ETA? ¿Será fascista todo el pueblo español porque lo fueron y lo son quizás algunos de los españoles?
El crear falsas noticias y difundirlas con el objetivo de etiquetar y colgar el sambenito a un pueblo, sea el que sea, es una tarea diabólica. Dios nos libre.
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