¿Fue la de Don Bosco escuela de esperanza para Francisco?

5 febrero 2025

El libro

El pasado 31 de enero se celebraba la fiesta de san Juan Bosco. Es curioso contemplar el papel que tiene la propuesta salesiana en la vida del joven Jorge Mario Bergoglio. En las primeras páginas de su autobiografía, ‘Esperanza’ (Plaza&Janés, 2025), el Papa rememora sus años de la infancia y es interesante observar cómo va surgiendo la luz en medio de las dificultades. Una lección de vida muy estimulante para este Jubileo de la esperanza.

Como señala el papa Francisco en la bula de convocatoria del Jubileo, “para que cada uno sea capaz de dar, aunque sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza para quien lo recibe”. Esas semillas de esperanza surgen en algunas de las experiencias del joven Bergoglio.

Don Bosco Catedral De Brasilia

La crisis

En uno de los episodios cuenta los varapalos que sufrieron sus abuelos en Italia y como tuvieron que emigrar a Argentina cuando sucede otra crisis fuerte a los tres años de su llegada, en la recesión de 1932. “La turbia riada de la se lo llevó todo, también la empresa de los tíos abuelos y la casa, y el paro en el pueblo era tremendo. El abuelo Giovanni, la abuela Rosa y mi padre Mario se quedaron sin trabajo y sin dinero”, relata Francisco. En ese panorama entra en contacto su padre con los salesianos:

Mi padre había viajado varias veces de la provincia de Entre Ríos a Buenos Aires para ocuparse, como contable, de pedidos y proveedores; en la capital, habitualmente se alojaba en la gran casa salesiana de la calle Solís, en el barrio de Montserrat, el más antiguo de la ciudad. Su proximidad como católico piamontés a la experiencia y a la familia salesiana hizo que esa elección fuese natural y casi inevitable.

Ahí conoció al padre Enrico Pozzoli. El sacerdote misionero salesiano enseguida, desde 1929, se convirtió en su confesor, en la basílica de María Auxiliadora y San Carlos Borromeo, en el barrio deAlmagro, y más tarde en el padre espiritual de toda nuestra familia.

Cuenta más adelante el Papa que “el encuentro con el padre Enrique sería importantísimo en la vida de mi padre, y luego también en la mía y en la de todos nosotros. Ante todo fue él quien, en un momento de máxima necesidad, cuando mis padres lo habían perdido todo, con la preocupación de un padre por ‘sus chicos’ que están atravesando un momento difícil, los puso en contacto con alguien que les prestó los dos mil pesos que permitieron a los abuelos poner una tienda en el barrio de Flores”. Así surgiría, como cuenta, el “Almacén Bergoglio vendió alimentos de todo tipo, de harina a alubias, de aceite a vino. También productos a granel, ya que los clientes podían llevar recipientes y botellas de casa”.

Jorge Mario Bergoglio Colegio Salesianos Ramos MejiaJorge Marío Bergoglio en el colegio de Ramos Mejía.

La escuela

En el oratorio salesiano se encontrarán los padres de Jorge Mario Bergoglio y también se casarán en la basílica de María Auxiliadora y San Carlos Borromeo. Luego los hermanos Óscar y Jorge irán al colegio salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles. Su experiencia fue también una auténtica escuela de esperanza. Así lo narra:

La vida de colegio era un todo. Te sumergías en una única trama y los días pasaban volando, sin tiempo para aburrirse. Me sentía sumido en un mundo que, a pesar de haber sido preparado «artificialmente» y con finalidad pedagógica, no tenía nada de artificioso. Desayunábamos, asistíamos a misa y a clase, jugábamos en el recreo y estudiábamos, todo de manera natural, sin interrupciones. Los diferentes aspectos de la vida no se vivían en compartimientos estancos, sino que formaban parte de una única experiencia formativa. El colegio formaba en una cultura católica en absoluto mojigata ni desorientada. Infundió en mí una conciencia no solo moral y cristiana, sino humana, social, lúdica y artística. El estudio, los valores de la convivencia, el cuidado de los más necesitados, de los que estaban peor —recuerdo que fue allí donde aprendí a privarme de algo para dárselo a quienes eran más pobres que yo—, el deporte, la competición…, todo era real y contribuía a forjar costumbres, unas costumbres cuyo conjunto plasmaba una manera de ser. Vivíamos totalmente inmersos en ese mundo que, no obstante, estaba abierto a la trascendencia del resto del mundo. Y tratábamos de darle un sentido a todo lo que hacíamos. Nada se presentaba como algo carente de sentido, por lo menos en su orden fundamental, aunque, desde luego, había gestos de impaciencia por parte de algún docente, o pequeñas injusticias cotidianas, o alguna que otra pelea entre los chicos.

De este tiempo en el colegio, destaca el Papa que “inconscientemente, sentíamos que crecíamos en armonía, algo que sin duda entonces no podíamos expresar, pero que sí haríamos más tarde. En definitiva, los salesianos me prepararon para la escuela secundaria y para la vida”, zanja mientras relata un incidente al prestar su bicicleta. Esperanza a pie de calle.

En el blog: Me lo pregunto de Vida Nueva

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