Y no podemos olvidar a quienes desean meterlo en su bando, enarbolando banderas de reivindicaciones varias: Movimiento Gay; ecologismo; y no faltan quienes, defendiendo el feminismo, reivindican que la Iglesia reconozca el “derecho” al aborto.
Por un lado, no deja de sorprender el enorme impacto que ha tenido en la opinión pública el nombramiento de un nuevo papa, y la atención que ha suscitado por parte de todo el espectro mediático.
Por otro lado, el deseo de diferentes ideologías de llevar al Papa a su terreno, independientemente de su vinculación religiosa. En el contexto de polarización que estamos viviendo, podemos preguntarnos: ¿El papa será de derechas o de izquierdas?
No faltan quienes hablan de la Iglesia como una organización política, sin más, y aluden al poder y la influencia de la Iglesia. Otros, en el polo opuesto, pretenden sustraer a la Iglesia y al pontífice de toda vinculación política, como si la Iglesia fuese una entidad neutra, fuera del espacio y del tiempo.
La Iglesia no es una organización política en sí misma, pero evidentemente, tiene una incidencia política notable. El hecho de que cerca del veinte por ciento de la población mundial está vinculada a ella, tiene consecuencias sociales, políticas y económicas.
Pero quienes hablan del poder y de la influencia de la Iglesia como si fuera un solo bloque, olvidan que en la Iglesia se pueden encontrar personas pertenecientes a todo el espectro político, e instituciones con muy diferente nivel de influencia. Entre los grupos de millonarios católicos norteamericanos y las comunidades de nativos en la selva del Amazonas; entre los fieles de la parroquia palestina de Gaza, y los cristianos de la minoría Roguinya en Myanmar hay enormes diferencias. Porque la Iglesia Católica no es un bloque monolítico. Dentro de ella hay más pluralismo que en cualquier otra institución. Es así, por el hecho de que la Iglesia es más que la jerarquía, y mucho más que el Vaticano.
También es cierto que la política no está ausente de la fe. Sabida es la correlación que existe entre la adhesión al catolicismo y la pertenencia o simpatía por partidos de derecha, como hecho constatable, y es innegable que la Iglesia, en los dos últimos siglos, se ha vinculado implícita y explícitamente a un lado del espectro político.
Entonces, el futuro papa, ¿dónde se va a situar?
Indudablemente, se situará en la perspectiva del Evangelio. Y esto supone meterse en la lógica del samaritano, que no hace preguntas y auxilia al herido. Defenderá a quienes son exterminados en Gaza por un gobierno criminal, y alzará la voz para defender a los pobres entre los pobres, y se ven forzados a jugarse la vida para alcanzar otros países. Y por eso levantará ampollas en la piel de quienes han alzado la bandera de la xenofobia y la exclusión. Se pondrá de parte de los nuevos pobres en la versión actual de Lázaro, que son aplastados por una economía que mata y favorece las desigualdades. Esta defensa de los más débiles le llevará a defender el derecho de nacer a la vida incipiente, en perfecta coherencia con lo anterior. Defenderá los legítimos derechos de la mujer, y quizá siga abriendo ventanas en la Iglesia a una mayor participación institucional de las mujeres.
Será el Papa de “todos, todos, todos…” y seguirá abriendo las puertas de la Iglesia, que no ha de ser una aduana sino más bien una Madre y Padre misericordioso, recordando a Jesús, que compartía mesa con pecadores, sin renunciar por ello a las exigencias éticas que se derivan de la dignidad de hijos de Dios.
Seguirá proclamando con sus gestos, que la Iglesia se pone del lado de los pisoteados por el poder, sean del color que sean, igual que hizo Jesús.
Recordará de nuevo que todos tenemos un compromiso ineludible con el medio ambiente, que es don del Creador y patrimonio de toda la humanidad. Mal que les pese a quienes sólo ven en el medio ambiente una oportunidad de negocio.
Quizá suscite indignación y reciba críticas de los guardianes del fuego sagrado, que no tardarán en colocarle etiquetas altisonantes, pero eso está implícito en la misión de cualquiera que se atreve a ponerse del lado de los débiles. Basta pensar en lo que hicieron con Jesús los guardianes de la ortodoxia judía.
El papa no encajará en ningún molde, pero si sigue con valentía la inspiración del Evangelio de Jesús, se situará siempre en el bando de los pobres. Y que cada cual le ponga la etiqueta que quiera.
Realmente me ha sorprendido todo lo que se dice ya aquí de este papa que tan poco tiempo lleva; de lo que hará, de a quién defenderá, de dónde se situará… Bien, por lo que leo yo le aproximo a Francisco y le distancio de Juan Pablo II, pero iremos viendo y opinaremos mejor cuando concluya su papado. Mis mejores deseos. No bastante, creo-temo que la Iglesia seguirá perdiendo fieles, tanto en la izquierda como en la derecha, tanto entre ricos como entre pobres, tanto entre varones como entre mujeres, tanto entre mayores como entre jóvenes, tanto en España como en el resto de Europa… Será cosa del siglo XXI…