Desde luego, no soy una gran fan del teletrabajo, pero el optimismo que me caracteriza me hace ver siempre la parte positiva de las cosas y me invita a compartir el descubrimiento educativo del teletrabajo.
Está claro que donde esté un buen despacho, tranquilo, espacioso, silencioso, con tus utensilios necesarios, tu pantalla de ordenador y tu buena conexión a Internet, que se quite lo demás. Pero hemos tenido que adaptarnos y conformarnos con que nuestro despacho fuera una mesita en cualquier lugar de la casa y, en ocasiones, una sillita plegable.
Para teletrabajar, con tantas distracciones en casa, creo que hace falta una gran fuerza de voluntad y para los que además somos padres, una buena dosis de paciencia.
Pero sin duda, lo mejor del teletrabajo es que nuestros hijos han podido aprender algunas cosas cada vez que nos han visto trabajando, algo inusual pues hasta ahora siempre estaban en el colegio o con los abuelos cuando nos poníamos “el sombrero” de trabajadores.
Creo que a través del teletrabajo hemos transmitido valores a nuestros hijos:
Disciplina: Los pequeños de la casa, han visto como sus padres se ponían serios y le daban importancia a las tareas, pidiendo respeto en casa y poniendo el trabajo de los padres como algo muy importante para la familia, con la consecuente explicación que esto tenía sobre la economía familiar.
Diligencia: Nos han visto vencer la pereza cada vez que nos aseábamos, y luego nos vestíamos, para luego sentarnos en el comedor delante del ordenador pasar horas y horas trabajando. O bien cuando a media tarde hemos tenido que ponernos a trabajar cuando la situación lo requería.
Respeto: Les hemos tenido que enseñar a respetar a los demás y que no se puede gritar o poner la música muy alta pues a los demás les puede impedir la concentración necesaria para sus obligaciones.
Algunas cosas pueden esperar: Han comprobado como por más gritar “mamá, mamá, papá, papá…” no les hemos hecho caso, pues nuestra tarea era más importante en ese momento y ese puzzle se podía hacer por la tarde. Además, han experimentado que era cierto y que de verdad papá y mamá jugaban con más ganas y más implicación.
Otras cosas, sí que son más importantes: De igual modo han visto como sí que hay cosas más importantes que el trabajo. Nos han visto interrumpir la jornada cuando un pequeño se había caído y necesitaba un abrazo, o uno no tan pequeño no encontraba las llaves del coche.
Alegría: han podido ver en nuestro rostro una sonrisa de satisfacción mientras finalizábamos una tarea o saludábamos a un compañero en una videollamada. ¿Y eso les hacía pensar porqué sonríe mi madre a la pantalla? Se acercaban y sólo veían textos o pantallas de Excel. Se quedaban perplejos, pero nos han visto disfrutar trabajando y seguro que el día de mañana ellos aspiran a un trabajo que les inspire y les haga felices.
Como decía Don Bosco, “No basta con querer a los jóvenes, deben sentirse queridos”. Aprovechemos que en casa no llevamos mascarilla para sonreír a los que tenemos cerca.
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