
Covadonga Cid
Las vacaciones de verano son uno de los períodos más esperados por los niños. Tras un largo curso escolar lleno de responsabilidades y rutina, el verano se presenta como una valiosa oportunidad para vivir experiencias distintas. Es el momento en el que muchas familias se echan las manos a la cabeza porque no saben qué hacer con sus hijos durante tanto tiempo, sin llevarles al colegio y sin actividades extraescolares.
Siempre que se pueda, teniendo en cuenta que muchos padres y madres trabajan durante la mitad de las vacaciones de sus hijos, el tiempo que pasen con ellos debe de ser de calidad. Se recurre de manera habitual a la tecnología para buscar ese entretenimiento… ¡error! Se puede recurrir a ella en momentos puntuales y durante cortos periodos de tiempo, ya que su excesivo uso favorece la desconexión emocional, la falta de creatividad y un empobrecimiento de las habilidades sociales, también en verano.
¿Qué podemos hacer? No hace falta planificar grandes viajes ni actividades complejas. A menudo, lo más significativo es lo más sencillo: una tarde de juegos de mesa, una caminata por el campo, cocinar en familia, ir a la playa y jugar a las palas, observar las estrellas o simplemente conversar. Pasar tiempo no es estar a su lado mientras yo estoy con un móvil, sino que es compartir, escucharse, reírse. Buscar actividades que construyan recuerdos y fortalezcan las relaciones de familia.
Desde mi punto de vista como maestra, animo a las familias a recuperar el valor de ese tiempo compartido. La infancia es breve, y sabemos, por nuestra propia experiencia, que lo que recordamos de mayores son las risas, los abrazos, las miradas, los juegos compartidos y las anécdotas, algo que no surge si nos encerramos en una pantalla.
Las vacaciones son, en el fondo, una invitación a reconectar con nuestra gente. Aprovechémoslas.
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