Sapos y culebras

El Rincón de Mamá Margarita

10 septiembre 2025

MENAS

Joana Monzó

Joana Monzó

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Parece un conjuro para invocar al mal, pero es el discurso imperante cuando se habla de juventud migrante en España.

¿De verdad estamos hablando con estos términos de niños y niñas? ¿De jóvenes?

Ser un niño o una niña no es ningún chollo. Eso de la inocencia, la despreocupación, la protección ¿para quién? Vale que la infancia como etapa de la vida está sobrevalorada. O al menos así lo veo yo. Pero, ¿qué está pasando? ¿Qué estamos haciendo como sociedad con las niñas y los niños? ¿Con la juventud?

Estos días asistimos al bochornoso enfrentamiento por el reparto de niños y niñas. Sin que haya ni un atisbo de buscar una solución conjunta. Imposiciones, reproches, falta de previsión. Pim, pam y tú más.

Me avergüenzan los políticos y políticas que nos representan; me decepcionan quienes callan por precaución, “no hay que morder la mano que alimenta”. Me repelen los medios de comunicación que infunden una alarma social inexistente. Y me preocupa que contribuyamos a extender mensajes sin cuestionarnos de dónde vienen, de dónde sale esa información y qué hay detrás de ellos.

Esto no va a parar, porque existe una necesidad real de escapar.

Se continuará intentando acceder por España (insular, peninsular o ciudad autónoma) porque es la frontera natural hacia un mundo soñado, Europa.

Y no importa lo altas o maquiavélicas que sean las concertinas; el precio de un viaje de ida no garantizado, lo violentas que sean las mafias, los muchos controles fronterizos legales que no humanos o la bravura del mar. La migración no se puede parar. Porque la obsesión por querer tener una vida mejor para ti y para los tuyos es más fuerte que todos los miedos juntos de quienes nos creemos en posesión y derecho absoluto de vivir donde hemos nacido. Un privilegio de cuna sin ninguna obligación ni responsabilidad.

La gestión de la migración es un desafío, sí. Pero si fuéramos una sociedad dispuesta a aceptar ese reto y trabajar de forma conjunta más allá de partidos políticos e ideologías seríamos la sociedad más rica del mundo.

Gestionar la migración es muy complejo y no se puede negar que en los reprochables argumentos de cada parte hay un átomo de razón y de verdad. No hay un plan adecuado a la situación, porque este tema nunca se ha abordado como política de estado. No hay una dotación económica capaz de sufragar la “inversión”, que no gasto, en la acogida. No hay una hoja de ruta a medio largo plazo para esas niñas y niños que más pronto que tarde cumplirán la mayoría de edad y tendrán otras necesidades (acompañamiento hacia la autonomía, formación, empleo, red de apoyo…).  No se pueden crear personas acogidas de primera y de segunda. No se puede poner en peligro al Tercer Sector formado por entidades sociales en su mayoría sin el músculo económico para afrontar falta de previsión y de recursos.

Pero, sobre todo, lo que no se puede es dejar de atender a los niños y niñas que llegan para lograr una vida mejor. No estamos a la altura de quien se juega la vida para alcanzar lo que otras tenemos por el simple hecho azaroso de haber nacido en un lugar seguro y con derechos para su ciudadanía.

Imaginad parques y plazas de ciudades y pueblos donde vuelven a jugar niñas y niños; una sociedad diversa, multicultural que se relaciona sin complejos ni miedos. Una pirámide demográfica que vuelva a ensancharse por su base, creciendo en futuro. Un país que sea capaz de enorgullecerse por haber transformado sus amenazas en oportunidades y fortalezas.

Imaginemos con fuerza.

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