
Yasury Romero
Vemos llenarse nuestros patios de nuevo. Nuestra Comunidad Educativa vuelve a los Colegios y se reavivan nuestras obras. Los más pequeños estrenan mochilas de sus personajes de cómics favoritos, los más mayores estrenan “outfit” nuevo, y los profesores, uno que otro, corte de cabello o una camiseta colorida que les recuerda el verano.
Septiembre tiene algún vestigio de olor a vacaciones pero sobretodo huele a novedad: nuevo curso, nuevas caras, nuevos retos. Y sería bueno preguntarnos ¿Qué novedad me encuentro en este curso? ¿Qué hay de nuevo en mi? ¿Qué renuevo en mi para sumergirme en esta nueva etapa?
Y si algo es una continua novedad, es el Evangelio, se me viene a la mente aquella frase de “vino nuevo en odres nuevos” que nos ejemplifica cómo ante lo nuevo debemos transformarnos en contenedores nuevos, que sean capaces de soportar contenidos renovados, una sustancia nueva.
¿Es suficiente con renovar mi mochila y mi corte del pelo?, tal vez no, pero ayudar a renovar los aires. Quizás sea necesario un paso más: cambiar la queja de la vuelta a clases, por la gratitud de volvernos a encontrar; o el típico “qué tal el verano” que culmina en una lista de lugares visitados, por un “¿qué aprendiste este verano?”; escuchar una música nueva o dar una segunda oportunidad a ese chaval que el año pasado no le fue tan bien, verlo con ojos nuevos.
El curso se nos planta como un folio nuevo. Tenemos un lápiz recién afilado en la mano y ya nos disponemos a escribir ¡Qué sensación tan maravillosa! ¡Qué oportunidad!
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