Hace cinco años cuando comencé a escribir esta sección, uno de los primeros temas que abordé fue la violencia. A lo largo de este tiempo he hablado también sobre los riesgos de Internet y la relación entre jóvenes, tecnología y sexualidad. No es casualidad. No han dejado de aparecer estudios que nos alertan sobre cómo el entorno digital puede convertirse en una trampa para los más vulnerables, en este caso los niños y las niñas desprovistos de elementos críticos y emocionales para enfrentarse a estas situaciones.
Hoy, justo cuando iba a comenzar a escribir mi reflexión para este mes, Save the Children publica un informe demoledor (“Redes que atrapan. La explotación sexual de la infancia y la adolescencia en entornos digitales”) que analiza cómo Internet, las redes sociales y las tecnologías no solo exponen a niños y niñas a situaciones de riesgo, sino que se han convertido en el propio medio donde estas violencias se producen y se perpetúan.
Uno de los datos más duros del estudio es que el 97% de los jóvenes de entre 18 y 21 años asegura haber sufrido algún tipo de violencia sexual online cuando eran menores. Sí, has leído bien, casi el 100%.
Normalización de titulares
Lo preocupante no es solo la cifra, sino cómo estamos empezando a normalizar titulares que deberían encender todas las alarmas. Creemos que el tiempo arreglará las cosas, que los chavales aprenderán solos. Pero no es así. La red se ha convertido en un espacio donde la violencia –no siempre física, también verbal, emocional y sexual– se vuelve parte del paisaje diario. Un lugar donde los jóvenes asumen como “normal” lo que debería ser intolerable. Y lo preocupante es que lo extrapolan a otros ámbitos de su vida.
El informe explica que las distintas formas de violencia no son hechos aislados, sino que muchas veces están conectadas. Un menor puede ser víctima de varias violencias simultáneamente. En el caso de la violencia sexual, el abanico es cada vez más amplio: grooming, sextorsión, difusión no consentida de contenido íntimo, producción de material sexual infantil, e incluso la creación de imágenes con inteligencia artificial.
En el estudio, una educadora de Save the Children en Alicante, cuenta el caso de una niña de 12 años amenazada con difundir imágenes generadas por IA si no reenviaba un video sexual a sus contactos. Ella no había compartido imágenes íntimas, pero sentía que la culpa era suya. ¿Cómo llega una menos a sentirse culpable de algo que no ha hecho? Los que nos dedicamos a la educación estamos empezando a ver cada vez más casos como este.
No hablamos de casos aislados. Si un 70% de los jóvenes no identifica la manipulación de imágenes con IA como un riesgo, es que no es un juego de niños. Es una cuestión estructural que exige una respuesta urgente.
Urge educar en ciudadanía digital, incorporar una formación afectivo-sexual integral desde edades tempranas y formar al profesorado. No es opcional. Es una cuestión de derechos. Y los derechos de la infancia no se negocian. Se garantizan en el mundo real y digital.
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