
Irune López
En este momento hay un tema que en nuestro trabajo de la Inspectoría nos tiene preocupados y entretenidos.
Seguro que a todos os ha llegado la controversia que existe en este momento sobre pantallas sí o no en la escuela. Hay muchos que bogan por volver a lo analógico.
Pero la cosa no es tan fácil.
Lo digital no es sólo un aparato de moda, es una cuestión de justicia social. No podemos permitir que la brecha digital se convierta en una nueva forma de exclusión. No podemos permitir que muchos jóvenes , por no manejar bien lo digital, queden fuera: de acceso a la información, de oportunidades de trabajo, de participación social.
Y en eso el sistema educativo tiene un papel enorme: garantizar que todos los niños y jóvenes tengan acceso y formación digital de calidad, sin importar su origen o situación económica. No se trata de poner más pantallas, sino de abrir puertas a un futuro en igualdad de condiciones.
Pero claro, no vale cualquier uso. Pero nosotros tenemos una brújula. Desde nuestro Sistema Preventivo, la mirada es clara:
- Cuidar el bienestar integral de los jóvenes, evitando adicciones y sobreexposición.
- Mantener la relación educativa en el centro, porque nada sustituye el vínculo humano.
- Educar en pensamiento crítico y responsabilidad ética, para que la tecnología no solo sirva para consumir, sino también para crear, compartir y construir bien común.
- Ofrecer alfabetización digital inclusiva, que ponga especial atención en los más vulnerables, como parte de nuestra misión de equidad.
- Acompañar a las familias en un uso equilibrado y consciente.
Digitalizar la escuela no es repartir dispositivos, sino repensar la educación con ellos. No es elegir entre lo digital y lo analógico, sino aprender a combinarlos para que cada alumno pueda desplegar lo mejor de sí mismo.
Porque preparar para la vida hoy significa educar a jóvenes capaces de navegar en este mundo digital con criterio, libertad y corazón. Y ahí es donde la escuela se juega su fidelidad a la misión: ser puente de equidad y oportunidad para todos, sin perder nunca la calidez de la presencia cercana.
La digitalización, usada con sentido salesiano, no tiene por qué restar humanidad: puede multiplicarla.
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