Una simpática leyenda cuenta que, en lo alto de un monte, estaban un maestro y su discípulo. El maestro preguntó al discípulo:
– ¿Qué oyes desde aquí?
A lo lejos se oía un ruido incómodo que se iba acercando. El discípulo respondió:
– Un carro de metal que viene botando por el camino de piedras y que cada vez está más cerca de nosotros.
El maestro intervino:
– ¿Sólo oyes un carro? Recuerda que siempre vienen dos a esta hora.
El discípulo, un poco sorprendido, preguntó:
– Maestro, tienes razón, sé que siempre vienen dos. Entonces, ¿por qué sólo se oye uno?
Mirándole a los ojos con cariño y sonriendo, el maestro sentenció: “Porque, al igual que ocurre con las personas, siempre hacen más ruido los que van vacíos”.
¡Cuánta razón tiene el maestro de la leyenda! Nosotros mismos experimentamos que cuanto más vacíos nos sentimos o más desorientados, más alterados estamos, más irritables o más llorosos, más quejosos o más criticones. ¡Más ruido metemos!
Por eso, necesitamos llenar diariamente nuestro interior con palabras y experiencias que calmen ese vacío. Acudir diariamente a la fuente de agua que sacie nuestra sed.
En la espiritualidad cristiana, desde hace siglos, una forma de acceder a esa agua es la meditación de la Palabra de Dios. En ella experimentamos que no estamos solos, porque existe un Dios que nos habla, al que podemos escuchar. En ella contemplamos el amor de Dios que ha ido acompañando al ser humano a lo largo de toda la historia. En ella sentimos que Dios guía nuestra vida porque siempre nos mueve y remueve el corazón. Podemos, incluso, contemplar esa Palabra hecha sonrisa, gesto amable, voz, llanto y rostro en Jesús de Nazaret. En la meditación cristiana, además, la Palabra de Dios nos ayuda a contemplarnos también a nosotros mismos como hijos e hijas queridos de Dios.
Hoy existen muchos recursos para meditar la Palabra: Biblias de muchas editoriales, libritos que comentan el evangelio de cada día, el rosario online, podcasts en Spotify, programas de radio, pero necesitamos algo más. Necesitamos un interior preparado y dispuesto para que la Palabra de Dios no pase sin dejar huella en nuestro interior. Pero de eso hablaré el mes que viene. Disfruta de este mes de octubre, el mes de la Biblia.
Fuente: Boletín Salesiano
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