La desconexión digital

Aprendiendo a Vivir

23 octubre 2025

@jotallorente

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¿Qué sucedería si pasamos un fin de semana sin atender al móvil?

Atrás quedaron las vacaciones, y parece que casi ni las recordamos. Pasados unos meses, quiero compartir una reflexión sobre lo que viví este verano, y cómo el paso del tiempo me ha permitido ver que fue una decisión acertada.

Durante esas semanas, experimenté por primera vez la desconexión digital. Fue un período muy valioso, no solo para alejarme del trabajo, sino también para tomar distancia de la hiperconectividad que marca nuestra vida diaria. Tras la vuelta de esos días de descanso, tomé una decisión consciente: el móvil dejó de dormir conmigo en la habitación. Ya no es lo último que consulto antes de dormir ni lo primero al despertar.

He descubierto algo fundamental: no necesito estar mirando una pantalla constantemente. Soy plenamente consciente de que el móvil es una herramienta útil, pero también comprendí que no lo es todo. No pasa nada si no lo tengo cerca: no me muero, no me pierdo, y estoy perfectamente bien sin estar conectado. Me he acostumbrado a responder los mensajes cuando los leo o en otro momento, cuando puedo hacerlo con atención, y no de forma inmediata. No dejo que los mensajes me generaran ansiedad. He de reconocer que, desde entonces, me siento mucho más libre.

Lo que viví, además, es un derecho reconocido: la desconexión digital. Este derecho garantiza que trabajadores —y personas en general— no estén obligados a atender correos, llamadas o mensajes de carácter profesional fuera de su horario laboral. Supone un límite claro entre la vida profesional y la personal, y me ha permitido descansar, conciliar y, en definitiva, cuidar mi bienestar. Cuando esta desconexión se traslada también al día a día, el impacto es aún mayor.

Alguien podría preguntarse por qué aplicar esta práctica en un mundo cada vez más digital. La respuesta es clara: por salud mental y física. La presión de estar siempre disponible aumenta el estrés y la ansiedad, algo que, sin duda, yo siento a diario. Para poder disfrutar de mi vida familiar, social y personal, necesito tiempo libre de interrupciones. Poder pasear sin mirar el móvil o dibujar sin miedo a que me interrumpan es algo liberador. Ese “estar siempre disponible” ha sido sustituido por calma, algo que es también positivo para la vida de oración. Sin pantallas, también se fortalecen las relaciones, conectándome de forma más profunda con familia y amigos.

Volví a experimentar el ocio sin pantallas, algo que solemos olvidar. Leer un libro físico, a diferencia del consumo rápido de contenido online, mejoró mi concentración y ha estimulado la creatividad y mi imaginación. Disfrutar de hobbies como cocinar, hacer ejercicio o visitar lugares sin necesidad de validación externa como son los likes o los corazoncitos.

He redescubierto que la tecnología debe estar a mi servicio, no al revés. Os animo a probarlo y a recuperar la libertad, el tiempo para vosotros y tomar conciencia de lo os ata. Volveré, sin duda, a la tecnología y a los espacios digitales, pero lo haré de una manera mucho más consciente.

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