El cine religioso cuenta historia edificante que buscan reforzar la fe, proponer ejemplos de vida, presentar historias ejemplares…E s un cine que ofrece respuestas, que catequiza en su mensaje.
El cine espiritual, en cambio, suele tener una gran categoría estética, invita a la contemplación y es una puerta abierta al Misterio. Los planos, la música, el montaje, cada mirada, todo su estilo están al servicio de un mensaje trascendente. Es un cine que suscita preguntas. En este tipo de filmografía habría que enmarcar “Los Domingos”.
Ainara (Blanca Soroa), una joven idealista y brillante de 17 años, ha de decidir qué carrera universitaria estudiará. O, al menos, eso espera su familia que haga. Sin embargo, la joven manifiesta que se siente cada vez más cerca de Dios y que se plantea abrazar la vida de monja de clausura. Cuando la joven no puede callar esa inquietud que le quema por dentro y lo comunica a la familia, estalla un conflicto extraordinario.
La noticia pilla por sorpresa a toda la familia provocando un abismo y una prueba de fuego para todos. La serenidad y claridad de la joven contrasta con la reacción de cada miembro de la familia y sus amistades. El desconcierto sume a su entorno en un caos, incluso alguna persona cercana busca con todas sus fuerzas condicionar a la joven para evitar que entre en un convento que considera de mujeres “locas, que son una secta”. La sencillez de la joven saca de quicio a muchos de los suyos que ponen en cuestión su propia vida.
La directora, Alauda Ruíz de Azúa, ya había tratado con acierto el tema de la familia en algún film (“Cinco lobitos”) e incluso en una serie (“Querer”); esta vez se adentra en una crisis familiar provocada por la vocación religiosa de una hija. El título “Los Domingos” ya tiene una doble lectura: es el día dedicado a la familia y el día de ir a misa.
Todo en la película rezuma espiritualidad, la fotografía, el ritmo pausado, el guion, las sugerentes elipsis y la música del coro, que ensaya y canta “Into my arms”, de Nicholas Edward Cave, que contrasta con la de Bizarrap y Quevedo, que oyen los jóvenes cotidianamente.
La película es excelente y sorprende que, en estos tiempos, el tema se aborde con una profundidad estupenda. Los personajes están tratados con delicadeza y seriedad, no hay caricatura ni trazo grueso, hay autenticidad sin prejuicios y un respeto extraordinario. Las interpretaciones son sobresalientes, destaca la siempre eficaz Patricia López Arnáiz en el papel de tía de Ainara, con un laicismo visceral y combativo; la tía encarna el dilema entre amor y libertad; quiere mucho a su sobrina, pero no quiere dejarla libre para que ella tome la decisión que quiere.
Sorprende, más que gratamente, la debutante Blanca Soroa, en el papel protagonista. Aporta una normalidad y credibilidad admirables. Sin duda, el trabajo que ha hecho la directora con ella ha sido exigente y buenísimo.
Independientemente de sus muchos valores cinematográficos, el film refleja una característica de nuestro mundo: la tolerancia que tenemos ante todo lo nuevo no se acaba de ver tan clara con el tema religioso. Hoy cualquier persona, afortunadamente, puede ser lo que quiera, tener las aficiones que quiera, asumir la condición sexual que desee, vestir como guste…hay una tolerancia absoluta para aceptar todo, por más extraño que nos parezca, pero, ante las opciones religiosas, este mundo se acobarda y suscita con frecuencia intransigencia, menosprecio y burla.
La religión es motivo de chanza en muchos ámbitos, supuestamente tolerantes, y parece que deba ser relegada al ostracismo y acusada de suscitar fanatismo. Pero, lo cierto es que lo religioso sigue estando presente, que hay personas que quieren ser felices yendo a contracorriente de las líneas supuestamente progresistas de muchos ambientes. Urge una mirada respetuosa, que no paternalista y condescendiente, ante el hecho religioso, un hecho que sigue creando interrogantes.
El final es muy hermoso, abierto a las preguntas profundas, a revisar la propia vida y las propias creencias, a adentrarse en el Misterio del mismo modo en que las monjas van entrando, en un plano bellísimo, en el interior del convento, donde, paradójicamente, se atisba una libertad más serena que el mundo que queda fuera.
¡Qué maravilla que una película presente la vocación religiosa como conflictiva por auténtica!
¡Qué maravilla que una película anime a que el espectador salga del cine con más preguntas de las que traía al entrar!
Vayan a verla.
 
					



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