Pueden ocurrirte hechos o experiencias ocasionales que quedan marcados intensamente en tu vida. Esos hechos pueden afectarte de manera positiva, ¡genial! o también, desgraciadamente, traumática. Puede ocurrir. Ya sean positivos o negativos, son acontecimientos extraordinarios que pueden marcar profundamente tu vida.
Pero ese tipo de hechos extraordinarios no son habituales, ocurren en muy contadas ocasiones. En lo cotidiano, es la frecuencia de los sucesos que te ocurren lo que los hace permanecer en tu mente. Esa frecuencia entendida como la cantidad de veces que recibes un estímulo en un determinado espacio de tiempo.
¿Cómo estás?
Es posible, por ejemplo, que en un proceso de amistad hayas experimentado esta situación: llega el momento en el que dos personas que han compartido una amistad, llena de momentos y experiencias vividas juntos, por devenires del destino empiezan a verse menos (uno de los dos se empareja, un cambio laboral o a otra ciudad, etc.). O ambas personas toman conciencia de que deberán esforzarse por mantener una frecuencia de momentos o la amistad se irá diluyendo en el tiempo. Permanecerá el recuerdo de la amistad vivida, pero como recuerdo. Este enfriamiento puede hacer que hasta sintamos un bloqueo a la hora de coger un teléfono para preguntar “¿cómo estás?”.
Esa frecuencia juega también un papel fundamental tanto en las relaciones entre adultos, como en el aula y, por supuesto, en casa. ¿Qué tipo de estímulos reciben con mayor frecuencia cada uno de nuestros hijos o alumnos? ¿Positivos o negativos?
Depende, ¿de qué depende?
Lo fácil, sin pensar demasiado, es decir: “Pues depende de lo que merezcan, de cómo se comporten”. ¿Estamos seguros de ello? ¿Somos de ese tipo de educadores jueces que aplicamos a cada alumno o hijo lo que él o ella se merecen? ¿Merece en calidad de hijo, de alumno? ¿O en calidad de persona? ¿Somos de los permisivos, pase lo que pase, sin aplicar normas correctoras? ¿Dejamos que al final “siempre se salga el niño con la suya”?
¿Y en el trato con nuestros iguales? Entre adultos, por lo general: ¿trato a los demás como quiero que me traten a mí?, o ¿trato al otro como él me trata a mí? ¿Quién lleva esa iniciativa? ¿Qué es lo más frecuente en mi proceder?
Empezamos un año. ¿Qué preferimos sentir? ¿Qué podemos dar? Frecuentémonos.
Fuente: Boletín Salesiano
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