Para que mi amor no sea un sentimiento
tan solo de deslumbramiento pasajero.
Para no gastar mis palabras más mías
ni vaciar de contenido mi te quiero.
Quiero hundir más hondo mi raíz en ti
y cimentar en solidez este mi afecto.
Pues mi corazón que es inquieto y es frágil
sólo acierta si se abraza a tu proyecto.
Más allá de mis miedos,
más allá de mi inseguridad
quiero darte mi respuesta
aquí estoy para hacer tu voluntad
para que mi amor sea decir que sí,
hasta el final.
(de Getsemaní)
Así de fácil y así de complicado. Mirando esta propuesta desde las miradas de padres y madres: algo es fácil, cuando hablamos de amor a nuestros hijos no lo vacíanos de contenido y, seguramente, diremos sí hasta el final.
¿Pero cómo vivimos esta propuesta con respecto a otras familias? ¿a grupos a los que incluimos en nuestro círculo de “Familia Salesiana”? ¿vivimos del deslumbramiento? ¿abrazamos sin sentir? ¿poseemos sin amar?
Cuando usamos la palabra Familia, ¿desde dónde la estamos proyectando? ¿la utilizamos como se usa una herramienta? ¿buscamos un cimiento sólido en Él o, incluso, nos aprovechamos de la literatura tan llevada y traída llenando folios y folios para no abrazar ningún proyecto real?
Y todo esto que, maldibujamos en las relaciones externas a nuestro círculo familiar íntimo, lo trasladamos a los corazones de nuestros hijos a través de sus miradas. Y nos sobrarán escuelas de familias, grupos de referencia, centros, si no somos capaces de dejar de deslumbrarnos por lo pasajero, si no damos esa repuesta firme: “aquí estoy para hacer tu voluntad”.
Evitemos el peligro de vaciar de contenido las palabras, para que esas almas que hoy nos miran desde abajo con amor y admiración puedan hacerlo dentro de unos años desde arriba con el mismo amor, y proyecten vidas verdaderas con palabras llenas.
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