Si eres de los que andan por las calles de tu ciudad con cautela, sin dejarte atrapar por tu pantallita personal, evitando chocarte con los demás transeúntes que caminan en dirección opuesta a la tuya y si te gusta ir leyendo distraídamente la publicidad que te rodea en marquesinas, kioscos y vallas publicitarias, te habrás dado cuenta de que la palabra más repetida últimamente es “sensación”. “Déjate llevar por tus sensaciones”, “Bienvenido al mundo de las sensaciones”, ”La sensación de vivir”. Parece, que los publicistas y especialistas en marketing cada vez se diferencian menos, van a los mismos cursos o leen los mismos libros de tendencias publicitarias. El imperio de las sensaciones es omnipresente y está globalizado.
Te habrás dado cuenta, también en el mundo de las relaciones también está muy presente: “Esta persona me da buenas sensaciones”, “ Me transmite buenas sensaciones”.
Hasta hace poco pensabas que era el mundo de los sentimientos o de las emociones los que orientaban los gustos y las tendencias. Pero ahora resulta que todo es mucho más epidérmico, más básico, más elemental, mucho más primario. Ahora dominan las sensaciones. La neurociencia se va aplicando con más determinación al fomento del consumo.
Comenta Carlos R. García, un conocido especialista en marketing: las sensaciones son impresiones producidas en las personas por un estímulo exterior o interior. Al describir algo nos remitimos casi siempre a las percepciones visuales, sin embargo, cuando se expresan sensaciones auditivas, gustativas, olfativas, y táctiles, se les da a la comunicación una riqueza mucho mayor. Al introducir en nuestro lenguaje texturas, roces, sabores, esencias… creamos una atmósfera mucho más contenedora y se incentiva la empatía con quien queremos comunicarnos. ¿Qué sensaciones nos produce una buena comida, un mal olor, un ruido fuerte, un paisaje maravilloso, una música agradable…? Es algo corporal que se conecta con lo emocional.
La emoción es la respuesta después de la percepción de un desequilibrio originado por una sensación. Las emociones contribuyen a la adaptación social y al entorno. En la aparición de la emoción no interviene la parte racional. Las emociones, indican estados internos personales, motivaciones, deseos, necesidades (ira, disgusto, tristeza, miedo, alegría, vergüenza, culpa, orgullo). El organismo se orienta hacia la supervivencia o el bienestar por naturaleza. Los sentimientos son la evaluación consciente que hacemos de la percepción de nuestro estado corporal durante una respuesta emocional.
Los publicistas saben que la generación de estímulos debe ser continua y en todos los momentos del “acto de compra” para que se relacionen buenas sensaciones con la compra de productos. La neurofisiología al servicio del consumo desmedido y sin límites. Los estímulos permanentes deben contribuir a amplificar el estado emocional y que se transforme en un sentimiento hacia la marca. ¿Será este el motivo porque ha tomado tanto auge los programas culinarios?
También es posible que tu familia, escuela, centro juvenil, parroquia o proyecto social te haya entrado por contagio la fiebre de ofrecer continuamente sensaciones de bienestar. “Que los chicos estén siempre bien, que sientan sólo sensaciones placenteras.”
Cuidado, porque es bueno que tomes conciencia de todo esto y que si quieres tomarte en serio tu rol de educador también ayudes a otros a tomar conciencia. Dice un conocido pensador que hemos sustituido la “búsqueda de sentido” por la “continua vivencia de sensaciones”. ¿Este mundo de sensaciones te ayuda o te entorpece para desarrollarte como persona?
La búsqueda de sentido requiere tiempo y esfuerzo, implica pensar, razonar, algo que no está muy en alza. La búsqueda de “sentido para vivir” inquieta a una escuálida minoría estereotipada y muy rara, porque eso de pensar es de gente rancia y alcanforada. Las ideas razonadas dan argumentos, el argumento fundamenta la búsqueda eterna de la verdad, lo bello y lo bueno.
Este proceso te llevará tiempo y el tiempo hoy es un bien muy escaso, no por que no lo tengas, sino porque no lo dominas, no lo controlas. Tu hambre continua de sensaciones, de estímulos, te impiden asimilarlas poco a poco.
Si vives por lo general frenéticamente, se te hace necesaria la contemplación y el silencio del que nacen la reflexión, la meditación. Existes, pero ¿vives? La alegría y la plenitud acostumbran a ser inversamente proporcionales a la aceleración. La quietud te aporta perspectiva, distancia, ubicación, sentido. Te ayuda a otorgar el peso, la densidad, el valor a lo vivido, a ubicar en términos relativos lo que vale la pena y lo que no. En la tranquilidad se produce la integración de la experiencia, en el silencio nace la voz que te ayuda a significar, en la reflexión serena se genera el poso del saber. La naturaleza o la música te abren a menudo la puerta a la desaceleración. Gracias a ellas revives, retomas fuerzas.
Sólo el silencio, la quietud, el sosiego, la mesura, la lentitud te permitirán asimilar, digerir y pensar sobre las grandes preguntas que siempre te han perseguido: ¿Quién eres? ¿Qué merece la pena? ¿Para que vives? ¿Qué sentido tiene tu vida?. Sólo la búsqueda del verdadero sentido de la vida puede generar la paz que anhelas.
0 comentarios