Y es que desde el principio Don Bosco no ocultó su identidad, que es amplia y rica, en una abrumante pantalla de auténtica joyería. Dijo:
-Excelencia, sepa que Don Bosco es sacerdote en el altar,
sacerdote en el confesonario
y sacerdote en medio de los muchachos;
sacerdote en Turín y sacerdote en Florencia;
sacerdote en casa del pobre
y sacerdote en el palacio del rey y sus ministros (Mb VIII, 455).
Muchos, gustosos o no de los dichos, y ya desde que el santo lo subrayara no vieron o no quisieron ver, la alta carga de ideología religiosa y mística que hay bajo esa máscara de lapislázuli, que es el sacerdocio.
Juego doble, triple, el de su sacerdocio.
Su época -tan cercana al compromiso, antes de la unificación de Italia, con la viveza ya del socialismo y de los sindicatos, del sentimiento de lucha– hace que Bosco no se equivoque y declara su sacerdocio un testimonio -sin dejar de ser una ideología- hasta siete veces y en siete lugares concretos.
Sin embargo su sacerdocio no es una descripción ni de su vida ni de sus amores sólo: pretende él mismo una descripción analítica de su obra y de su sensibilidad, partiendo de las grandes ideas (claro) pero acudiendo a símbolos (altar, confesonario, casa, palacio) y figurándolo en un lenguaje -“bosquiano”- sonoro, cercano, coloquial y concreto, que recordaría sobre todo al Don Bosco de las grandes apuestas.
Colgado de la mano de su madre Margarita vuelve un domingo de Castelnuovo a I Becchi. A Gianni le da vueltas la cabeza.
-¿Mamá te has dado cuenta del señor cura?
-Pues claro, hijo.
-Nada, que por más que lo saludo, no me responde.
-¿Y bien?
-Será porque somos pobres.
-Apañados estamos, hijo, si el señor cura se entretuviera con cada mocoso que se encuentra.
-Pues yo seré cura de los mocosos.
El diálogo es rotundo. No es solo una declaración admirativa, sino una intención infantil que pudiera servirnos de pista. Por ello buena parte de los textos de Bosco líricos si (pero contundentes) son una explanación de una forma de vida, de la vida, la búsqueda de una Vida Nueva entre los muchachos, los pobres, los reyes, los ministros, en Turín o en Florencia.
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