Artículo original publicado en Vida Nueva (15/5/22)
Siendo todavía un adolescente de 15 años recién cumplidos, se produjo la “Guerra de los seis días” entre Israel y la Alianza de Países Árabes. En el aspirantado salesiano (así lo llamábamos) seguíamos los acontecimientos y los comentábamos. Algunos estaban por Israel y otros eran partidarios de los árabes, de forma muy similar a cuando, ante un clásico, unos eran del Madrid y otros del Barça.
Una noche, en las Buenasnoches (una tradición muy salesiana que consiste en decir un buen pensamiento –tres minutos- después de las oraciones de la noche, inmediatamente antes de ir a dormir), un salesiano nos dio un rapapolvo de consideración: “¿Cómo que unos están con los israelíes y otros con los árabes? Nosotros, los cristianos, no podemos estar ni con unos ni con otros, ni contra unos ni contra otros. Un cristiano tiene que estar a favor de la paz y contra la guerra”.
Me tocó profundamente su observación y la vehemencia con la que la hizo. Nunca la olvidé. Y me ha venido al pensamiento, naturalmente, ante la guerra entre Rusia y Ucrania. Yo me niego a estar a favor o en contra de uno u otro: yo estoy a favor de la paz y en contra de la guerra.
Y no es que quiera ser equidistante o considerar que todos son igualmente culpables, no. Es que, como decía el gran Bertolt Brecht, “cuando acabó la última guerra, entre los vencidos el pueblo llano pasaba hambre; cuando acabó la última guerra, entre los vencedores el pueblo llano también pasaba hambre”.
Y El Roto, ese excelente humorista, escribía magistralmente: “En la película de esta guerra ya sabemos quién es el bueno y quién es el malo; lo que no sabemos es quién dirige la película”
Estoy con el pueblo, con todos los pueblos, porque todos sufren en un conflicto y porque es injusto criminalizar a todo un pueblo. Sufro con las madres de Ucrania que han perdido a sus hijos… pero también con las de los soldados rusos muertos en la guerra. Y quiero la paz para todos; y la reconciliación y el perdón, que requerirán un largo camino.
Poner juntas en un Viacrucis a una madre ucraniana y a otra rusa no es querer hacer geometría simétrica y equidistante, descomprometida e indiferente: es dar un grito desesperado en favor de la paz y hacer un llamado a todos para iniciar el largo camino de la reconciliación.
+Cristóbal López, sdb
Arzobispo de Rabat
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