Yo suelo poner casi todos los días en las redes sociales lo que llamo “Mi pensamiento para hoy”. Son frases que me hacen pensar y me gusta compartir con los demás. El día 13 de mayo, fiesta de María Mazzarello, me dije: “¡Vamos a poner una frase suya!”. Y puse “La tristeza es la madre de la tibieza”. María José, una amiga, contestó: “No estoy de acuerdo. La tristeza es esa forma de reaccionar ante acontecimientos o situaciones negativas y parte de la sensibilidad y acontecimientos de cada persona. Otra cosa es superarla o intentar superarla, poder tener esa voluntad a valentía”. Y esto me dio mucho qué pensar, porque yo en ese momento estaba viviendo un momento de mucho dolor. Tanto que ni la contesté.
Tristes o alegres razones
Y creo que María José tiene toda la razón. La tristeza no es algo malo, es algo natural. Lo que no sería natural es que nos suceda algo doloroso y siguiéramos alegres. Los psicólogos nos dicen que el dolor en esos momentos no hay que evitarlo, hay que atravesarlo. Como esos aros de fuego. Traspasarlo. Experimentarlo. Dejarse alcanzar por él y asimilarlo. En esta sociedad actual no queremos vivir el dolor. Enseguida nos anestesiamos. Tenemos muchas pastillas para ello. Pero el dolor de una pérdida, de una muerte, por ejemplo, es bueno sentirlo, porque primero parece que nos devasta; pero luego, cuando va consumiéndose, consolida nuestras almas. Nos ayuda a afrontar el futuro. Lo que no se procesa, luego sale por otro lado o necesitamos seguir anestesiándonos de continuo.
La alegría salesiana
Entonces, ¿por qué insisten tanto Madre Mazzarello y Don Bosco en el tema de la alegría, hasta llegar a decir: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres?”. Pues yo creo que en esto también María José tiene razón. Nos invitan a tener esa voluntad y valentía. Porque el dolor es algo transitorio, pero la tristeza puede convertirse en un “estilo de vida” y, si vivimos siempre con un poso de tristeza… cuando nos sentimos tristes, ¿cómo vivimos, cómo funcionamos? A menos revoluciones: ritmo más lento, menos entusiasmo… ¿Una vida más tibia igual?
Así que abracemos el dolor cuando llega. Permitámonos llorar por lo que nos “toca”, por lo que perdemos y añoramos, pero no lo hagamos nuestro compañero porque, como dice el proverbio chino: No puedes evitar que las aves de la tristeza pasen por encima de tu cabeza, pero puedes evitar que hagan un nido en tu cabello.
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