Estamos a mitades de junio, los y las estudiantes están cerrando el curso. Algunas mejor que otros. Exámenes, nervios, malas respuestas, vacíos, silencios elocuentes… parece que no hay tiempo, que se nos acaba, que la puerta se va a cerrar.
Pero no es así, no se acaba, sólo pasa. En nuestro corazón y nuestra cabeza está el saber ver el aprendizaje que nos ha ofrecido esta situación. Quizá lo único que hayamos aprendido es que no hemos aprendido nada… y aunque ahora nos parezca en vano, cuando haya pasado otro tiempo veremos que habremos aprendido algo. No es un trabalenguas, es la vida misma.
Y eso nos pasó con este tiempo de incertidumbre del que decíamos “saldremos mejores”. Cada uno sabrá cómo ha salido, o quizá ahora no lo sabrá… quizá más adelante.
Estoy pensando en voz alta, como manteniendo una insulsa conversación con alguien a quien quiero, al mismo tiempo que recogemos la ropa del tendedero juntas o que hacemos la compra o preparamos la comida. Al mismo tiempo que vamos a comprar la ropa blanca para las fiestas. Quiero que sepa que la vida es para vivirla, pensarla lo justo, avanzar y saber cómo siempre afirma la persona a la que más quiero: “Estoy convencido de que alguien nos ayuda. Que siempre está. Menos mal”.
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