Por Mayca Crespo.
“Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”.
Al comienzo de cada curso escolar escribo estas breves líneas en la primera hoja de mi agenda.
Reconozco que la serenidad no es una de mis cualidades, al contrario, los que me conocen afirmarán que soy bastante impulsiva e intensa. Con los años comprendí que lo que creía defectos eran también algunas de mis virtudes y es que, en su justa medida y en según qué situaciones, la impulsividad y la vehemencia también suman.
Dice Alejandro Sanz en una de sus canciones “No podemos llegar al final de la vida en un estado perfecto. Tenemos que llegar al final de nuestros días derrapando y medio muertos. Sucios, cansados, gastados, heridos, doloridos, sonriendo”. Yo pienso igual. Hay que vivir intensamente, aprovechar lo que nos ofrece la vida, estrujarla y sacarle todo el jugo posible.
Pero qué importante es también la serenidad a la hora de tomar decisiones, responder o replicar. Los que gestionamos algún medio de comunicación, red social o plataforma de opinión conocemos esta regla de oro: “Nunca contestar enfadado, en caliente. Guardar la calma y madurar las respuestas”.
Empezamos un curso nuevo, un curso en el que #abrimoscaminos. Un curso para invitar al acompañamiento, a los nuevos retos y por qué no, un nuevo curso de desafíos, de oportunidades que no podemos dejar pasar. No sé si les ocurrirá como a mí, pero necesito tener siempre en mi horizonte proyectos y objetivos que me ayuden a no caer en la desidia o en la monotonía, son sin duda mi combustible.
Aprovecho para lanzar una frase del teólogo Richard Pratt: “Anima a tu gente a comprometerse a un proyecto en lugar de simplemente participar en él”. Porque hay una gran diferencia entre ser y estar, implicarse o colaborar. Ahí está la clave para formar un buen equipo, para conseguir remar juntos hacia una misma meta.
Así es cuando consiguen conquistarnos, ya sea con un proyecto laboral, de vida, con un sueño o un deseo, cuando nos comprometemos haciendo nuestro ese propósito, trabajando, luchando y de alguna forma viviendo para que pueda hacerse realidad. ¿Y saben cuál es la mejor parte? Que no nos pesa hacerlo porque da sentido a nuestro esfuerzo.
Por tanto, que no nos falte la serenidad para situarnos, para asumir lo que nos vaya sucediendo con calma, con perspectiva, pero que tampoco escaseé el ímpetu, ese arrebato o brío necesario para para dar un paso al frente y comprometernos.
A quien corresponda, lo digo alto y claro: necesitamos sentirnos comprometidos, ayúdennos acompañándonos y dándonos ejemplos y motivos para poder decir: “Sí, quiero”.
Mayca, muy de acuerdo contigo, felicidades.