Volver es una idea que, a mí, que soy músico, siempre me evoca dos canciones. Éstas, a su vez, me llevan a pensar en mi padre.
La primera, el tango de Gardel: “Volver con la frente marchita…”. Lo cierto es que ésta lleva consigo un significado de derrota: volver después de haber fracasado. Y, aunque la canción me encanta, el sentido que le da no me gusta en absoluto.
La otra, la de Sergio y Estíbaliz: “Volver, es mejor volver, para desandar el mal andado…”. Y en esta ocasión, también hay una parte de fracaso. Y de volver atrás con la necesidad de arreglar lo que se haya estropeado. Y volver con el fin de hacerlo bien esta vez.
Sin embargo, mi propuesta de “volver”, y pese a que no estoy muy a favor del consumismo, se parece mucho más a “la vuelta al cole” de los grandes almacenes. Porque para mí, “volver” implica regresar a la rutina, a hacer aquellas cosas que hacíamos, que nos mantenían en una línea de trabajo, funcionamiento, construcción de vida. Pero también implica indefectiblemente una ilusión. Porque la rutina puede llegar a llevar consigo una connotación muy negativa y las vueltas, los regresos, pueden ser muy deprimentes, si no se plantean bien.
Hacia la meta
Hace ya tiempo que me di cuenta de que, siempre que haya una ilusión, algo hacia lo que queremos caminar, una meta que nos llama, que nos llena de esperanza y de ganas de avanzar, pues esa vuelta ya no tendrá ese significado de retroceso. No será negativa ni tendrá connotación de algo estropeado. Si el planteamiento es colocarnos en el inicio de un camino, mirando hacia adelante y creciendo, no tendremos la necesidad de mirar atrás, nada más que para asentar bases. La idea, por tanto, será seguir formando proyectos, ilusiones… en definitiva, avanzar. Es extraño, pero no deja de ser una “Vuelta hacia adelante”, nunca hacia atrás.
Por todo esto, entiendo que debemos realizar un camino hacia adelante, y no un regreso a lo que dejamos atrás. Y por otra parte, como apunté en una ocasión, “Por muchas vueltas que le des, el principio de las cosas sigue estando en el mismo sitio. Y el final, también”.
Siempre podemos “volver” a las palabras que Jesús le dijo a Nicodemo: “Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 3).
0 comentarios