El valor de la pequeñez

7 diciembre 2022

En la Navidad del año pasado, el papa Francisco, mirando al Niño Dios que nace en Belén, decía que “Dios viene al mundo pequeño, su grandeza se ofrece en la pequeñez”. Animaba a los cristianos a pedir la gracia de la pequeñez, pues ese es “el camino para la verdadera grandeza”.

No es este, precisamente, un mensaje que cuadre mucho en el momento actual. Y, sin embargo, tenemos que redescubrir el valor de las pequeñas cosas, pues muchos de esos pequeños momentos de la vida, de la historia, han sido germen de acontecimientos importantes.

En diciembre recordamos que un 8 de este mes de 1841, en una sacristía de una iglesia de Turín, un joven sacerdote recién ordenado, Juan Bosco, se sentía conmovido por un joven que, asustado, se había refugiado en esa sacristía. Conmovido, Juan Bosco le propone que vuelva para darle clases y echarle una mano. Es el germen de su obra educativa entre los jóvenes. También en diciembre, pero de 1859, en el Oratorio de Turín, un pequeño grupo de 17, la mayoría de jóvenes, alrededor de Don Bosco, dieron inicio a la Congregación Salesiana.

Vive la Navidad

Dos acontecimientos pequeños, pero que son semillas de un gran desarrollo posterior. La grandeza de la pequeñez. En aquellos dos momentos de la vida de Don Bosco, seguramente nadie se daría cuenta de que allí, en la sacristía de una iglesia de Turín y en la habitación de Don Bosco en la casa de Valdocco, estaba comenzando algo grande.

Y es que, así, son las cosas de Dios. Es lo que, cada año en este mes, seguimos celebrando cuando vivimos la Navidad: que en las cosas pequeñas se esconde la fuerza de grandes proyectos cuando abundan la generosidad y la confianza en Dios; que no hay nada pequeño cuando vemos la vida, la historia, desde la lógica de Dios.

Ojalá esta Navidad nos sirva para darnos cuenta de tantas cosas pequeñas que suceden a nuestro alrededor y las cuidemos. Especialmente los pequeños detalles en relación con los demás, con nuestra familia, con los más cercanos, con los amigos. Ojalá esta Navidad volvamos a sentir la ternura de un Dios que, siendo infinito y todopoderoso, es capaz de hacerse necesitado, como un bebé, para venir a nuestro mundo, a nuestra vida. Ojalá celebremos esta Navidad sintiéndonos pequeños pero felices y contentos sabiendo que, desde la pequeñez, todo un Dios nos ama.

Por eso, vive la Navidad.

¡Feliz Navidad!

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