“Visitando una cárcel para jóvenes, entendí lo que sintió Don Bosco”

6 marzo 2023

El 1 de febrero, un día después de la solemnidad a San Juan Bosco, viví una mañana muy especial. Tuve los permisos necesarios para acercarme al Instituto Penitenciario de Menores “Ferranti Aporti” en Turín. Para quienes conocemos los primeros años del joven sacerdote Juan Bosco, sabemos lo que significó sus visitas a la cárcel de la “La Generala”, acompañado de su maestro espiritual don Cafasso. Fue tan grande el impacto que tales visitas dejaron en su alma que prometió al Señor que haría todo lo posible para que los muchachos no llegaran a ese lugar. Así nació el oratorio y el Sistema Preventivo. Mi visita fue histórica, porque ningún Rector Mayor había entrado en este lugar desde que lo hiciera Don Bosco.

 Jóvenes necesitados de cercanía

Pues bien, en ese mismo lugar estuve con un grupo de jóvenes. Pisé aquella galería que tiene la arquitectura de los tiempos de Don Bosco. Es la misma, y está muy bien conservada. Allí hay una placa grande en una de las paredes que recuerda sus visitas a los jóvenes encarcelados.

El salesiano don Silvano, capellán del centro, me estaba esperando. También estaban todos los novicios salesianos, 18 jóvenes que van todas las semanas a encontrarse con los internos del Instituto Penitenciario, en una iniciativa que han llamado “El patio detrás de las rejas”. También estaban los educadores y educadoras que acompañan el día a día de esos jóvenes. A mi llegada, varios de ellos estaban en el pasillo y otros en un salón que se usa para actividades artísticas. Saludé personalmente a cada uno.

Les hablé de mí mismo, de mi origen y nacionalidad. Les pregunté por la suya y algunos quisieron decírmela. Les pude decir lo que conocía del país de cada uno y cuándo los visité. Y sentía que la comunicación era posible. Anteriormente tres novicios habían representado una pequeña escena de la vida de Don Bosco. Seguidamente me dieron la palabra y también dieron la oportunidad a que los jóvenes me hicieran tres o cuatro preguntas. Así fue. Me preguntaron quién era Don Bosco para mí, por qué era salesiano, qué sentía al vivir lo que vivo y por qué había venido a visitarlos.

Después de estos diálogos, los educadores nos invitaron a compartir el almuerzo: un trozo de pizza en una sala más grande. Ahí nos dirigimos todos… jóvenes, educadores, novicios y salesianos. Nos hicimos varias fotografías, porque así lo pedían esos muchachos (naturalmente para ‘uso interno’, para ellos como recuerdo); uno de los jóvenes me regaló una camiseta deportiva que había sido serigrafiada por él.

Horizontes fuera de las rejas

En un momento, un joven me dijo si podía hacerme una pregunta que no quiso hacer en público. Le dije que sí, pero en ese momento me interrumpieron varias veces. Cuando lo busqué ya no estaba allí cerca. En cuanto me quedé libre lo busqué de nuevo con la mirada, lo reconocí, me acerqué a él y le dije si podía responder a su pregunta. Nos separamos un poco del gran grupo para dar a entender que no podían interrumpirnos y le hablé con sinceridad. Me preguntó: “¿Para qué me sirve estar aquí?”. Yo le dije: “Creo con sinceridad que para nada y para mucho. Para nada porque la cárcel, el internamiento no puede ser meta ni lugar de llegada, sino de paso. Pero –añadí–, creo que te servirá para mucho, porque te ayudará a decidir que aquí ya no quieres volver, que tienes posibilidades en otro futuro mejor, que después de unos meses aquí está la posibilidad de ir a alguna de las comunidades de acogida que nosotros los salesianos tenemos”.

En cuanto dije eso el joven añadió, sin dejarme terminar: “Yo quiero eso, yo necesito eso, porque he estado en el lugar equivocado y con gente equivocada”. Le pregunté si me daba permiso para decirle al capellán que teníamos que movernos para pensar en el futuro para él y para otros, y me dijo que sí. Así lo hice. Hablamos. Hablaron. Y me di cuenta de lo cierto que es eso que Don Bosco nos decía, que en el corazón de cada joven siempre hay semillas de bondad. Ese joven, y otros muchos que conocí, son totalmente ‘recuperables’ si tienen la oportunidad adecuada, después de los errores cometidos. Y entendí mejor que nunca lo que pudo sentir Don Bosco, su joven y apasionado corazón al ver a aquellos jóvenes de la “La Generala” allí encerrados.

Al final del tiempo establecido me despedí, uno de los jóvenes se me acercó y me dijo: “¿Cuándo vuelves?”. Me conmoví, le sonreí y le dije: “La próxima vez que me invitéis, aquí me tendréis y mientras tanto yo os espero, como Don Bosco, en Valdocco”.

Esto fue lo que viví este día. Amigos y amigas del Boletín Salesiano, también hoy es posible llegar al corazón de cada joven. Aún en las mayores dificultades, es posible mejorar, es posible cambiar para vivir honestamente. Don Bosco lo sabía y empeñó en eso toda su vida.

Recibid mi cordial saludo y mis mejores deseos.

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