Escribo este texto el día de mi santo, Nuestra Señora de Begoña. Me llamo así porque mi madre, embarazada de siete meses, visitó una ermita bajo esta advocación y decidió que me llamaría como la imagen que contemplaba. Me encanta mi nombre.
Mis pensamientos conectan con María. No siempre me acuerdo de ella, debería rezarle más, quererla más. Sin embargo, soy consciente de que es un referente para mí, la inspiración para intentar ser cada día mejor. Ella es el mejor modelo de acompañamiento. Seguirla es muy difícil, me siento pequeñita a su lado, pero desde esa humildad he podido comprender que una madre acompaña si…
Sabe escuchar y está disponible. María escuchó a Dios en todo momento, meditando en su corazón todo lo que acontecía. La escucha a los hijos se hace desde ahí. No se trata de escuchar lo que queremos oír, ni de llenar los silencios de palabras. Escuchar es habitar en el otro el tiempo que nos permita. Ir a lo profundo para captar el significado. Escuchar es ayudar a confrontar, sin tener ya en la cabeza el consejo o la razón en todo, desde la compasión y la empatía. Proponer sin imponer, desde el ejemplo de vida. Una escucha sincera fomenta la obediencia porque fortalece el vínculo.
Saber preguntar, como ella preguntaba a Dios cuando no entendía lo que la pedía: “¿Cómo sucederá esto?” (Lc 1, 34-38). Desde la pregunta abierta, los hijos no se sienten juzgados. Interpelar sin reproche, buscando conocer cómo está el otro, qué siente, qué espera… Menos porqués y más para qué.
Respeta el proceso personal de sus hijos. ¿Qué sueñan? ¿Qué les hace únicos? ¿Cómo puedo ayudarlos? ¿Qué necesitan? No compara; acepta y ayuda a descubrir los dones de cada hijo porque les conectan directamente con Dios. Desentrañar junto a ellos, poco a poco, su propósito de vida hará que tomen mejores decisiones y les dará mucha paz.
Alienta, anima, como en las bodas de Caná. Acompaña a Jesús en aquel primer milagro, consciente de que para él empezaba un camino diferente -que ella intuía difícil-, pero lo animó a comenzar, a ponerse en marcha. Fue una mujer de oración y de acción. Afrontó siempre, sin huir, sin esconder la verdad. No miró hacia otro lado. Confió.
Ser madre es algo esencial y eterno. Mi madre me encomendó a la Virgen de Begoña y eterno será siempre mi agradecimiento.
“Los brazos de una madre están hechos de ternura, y los hijos duermen profundamente en ellos”. (Víctor Hugo)
0 comentarios