Amigo Laboa, un tardeo sabe a Keler

De andar y pensar   |   Paco de Coro

18 octubre 2023

1. Madrigueras

Amigo Juan Mari Laboa:

Espero que al recibo de ésta te encuentres bien, yo bien gracias a Dios.

El motivo de mi carta es contestar a tu invitación a la presentación de tu libro Cristianismo, en Alberto Aguilera 23.

¡Cómo me gustaría poder firmar algo parecido, pero como bien indicas, de puño y letra: Sospecho que te encontrarás en otro continente, pero, al menos, te saludo. Juan Mari.

Se me viene un esputo a la garganta y una humedad a la nariz, mientras los ojos se me empañan.

Las alergias, oye.

Ahora los estornudos correspondientes.

Mira, nunca he salido de mi continente, aunque alcahuetas mil, que tú y yo conocemos nos hagan viajeros de profesión. O sea.

A quien juzgue mis caminos, le presto yo mis zapatos.

Mis zapatos, que siempre se dirigen o a un archivo, o a una biblioteca, o a una buhardilla, o a una iglesia católica.

Madrigueras todos de la vida.

Excavo en ellas toda esa vida para esparcirla después,

mientras se evapora caliente,

en mis libros, charlas, homilías, clases,

dejando el corazón de la fe católica

para el final y hasta entre líneas.

No estoy, pues, en otro continente, amigo, sino enredado y mucho en éste. No he tenido ocasión de hablarte de ello, así es que ésta es una buena oportunidad.

El mundo vasco, el de mis años –tantos– en Álava y Guipúzcoa, sobre todo, escupe los últimos dientes. La vida.

En tu bondad unas veces me hacías presidente del Euskadi Buru Batzar con permiso de Xabier Arzalluz (sería por aquello de mi querencia hacia el Valle del Urola) y en otras “Vicario General de la diócesis de Vitoria” (sería por ser compañero en Roma del obispo Asurmendi Aramendía).

La mecha de esos servicios prende en otros pastos y en otras madrigueras y su logro suele tomar dimensión de agazapados,

meritorios y furtivos.

Suum cuique! ¡A cada uno lo suyo!

 

2. Como niño, no se piensa tropezar

Me encuentro, pues, amigo Juan Mari, en este continente, y a unas calles de donde tú vives en Madrid. Sonrío de mí mismo, que me detengo en la cáscara de las cosas y ni siquiera comprendo mi entendimiento con tus atenciones.

La vida esconde,

tiene callejones, buhardillas,

subterráneos,

como las ciudades vascas de mis años violentos,

aunque más secreta.

Había escondrijos diseminados,

depósitos con fusiles y cartuchos,

refugios y vivacs invisibles.

Yo salía de casa, una y otra vez,

con mis libros terminados, camino de los concursos:

El Irún, el Miguel de Unamuno, los de Euskoikaskuntza,

los de las cuatro diputaciones hermanas

de Álava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra,

y los fui ganando, todos, sin prisa y sin pausa,

como hiciera un niño.

De niño, uno no piensa en tropezar,

son pensamientos de edad adulta.

En estas llega el Primer Congreso de Estudios sobre San Juan Bosco

en Roma.

La ponencia sobre la Iglesia del siglo XIX te la encargaran a ti.

Yo te proporcioné y dejé la bibliografía más propia.

Los dos sabemos que lo que viene de Roma a Roma va antes.

En esa preferencia admitimos los dos

el empellón de la envidia.

Sin certeza alguna de inferioridad

yo preparé mi conferencia sobre la Iglesia del siglo XIX

e, invitado por el Diario Vasco, la ofrecí en Donostia,

en el Salón Principal del Hotel María Cristina,

acompañado de José Mª Setien, José Luis L. Aranguren y el primer rector la UPV Gregorio Monreal

al “Todo Donostia”, entregado y cómplice.

Fueron días perfectos para quienes éramos jóvenes todavía

y destellábamos energías.

Con las 100.000 pesetas de propina

pude publicar mi San Sebastián, revolución liberal y segunda

Guerra carlista (1868-1876). San Sebastián, Grupo Doctor Camino,

1986, de reconocido prestigio.

Que no hay mal, que por bien no venga

pese a quien pese.

Siempre agradecido a la atención prestada

en mis libros sobre este Sexenio (1868-76)

a la catedrática

Enriqueta Sesmero Cutanda,

vizcaína de pro.

No tan descriptivos como parecen,

y donde la ideología

va “masticadita” en acontecimientos.

 

3. La distinción

En las empresas,

la grandeza consiste en tener una cosa muy distinta

en la cabeza.

Es el veinticinco aniversario de tu ordenación sacerdotal,

en Donostia.

Presides la Eucaristía, acompañado de José Ignacio Tellechea

a la derecha y

de un servidor a la izquierda,

mientras tu hermano monseñor Josetxo Laboa y nuncio en

Panamá, Paraguay y hasta en Libia,

desde un lugar destacado empasta la ceremonia,

cubierto con mitra.

Te noto bien en compañía de tantos colores,

en la capilla del Colegio Mayor de la Compañía de María.

Creo que eso es la elegancia, la distinción, el tronío

y al final te digo que es un honor para mí

estar en la pomada de los Laboa,

pero que me era imposible participar en la mesa.

Me esperan don Jacinto Argaya, obispo de San Sebastián,

ojito derecho en Valencia de Don Marcelino Olaechea

y su secretario José Luis Goicoechea Zamora,

para “hablar un buen vino” en el restaurante Zamora,

en Igueldo.

Lo entiendes y te dono la mejor caja de bombones Juncal de Irún,

que las dádivas quebrantan peñas.

Tu olfato profético

sabe de mi querencia por los acantilados del Cantábrico

y los cementerios rurales.

El de Igueldo reúne ambas condiciones,

y siempre que cruzo su entrada

hago una mueca divertida, como diciendo,

para tomarme el pelo,

¡por mí y por todos mis compañeros!

¡he aquí mi descanso eterno,

con vistas al mar,

en primera línea de acantilado!

Pero he sido un cliente de paso, oye.

El estruendo de las olas ensordecidas

impide la paz que requiere la muerte.

Sé que estoy frisando mi término,

y no lo soporto.

Sin duda será mejor ser enterrado

en La Alcarria.

 

4. Años de impaciencia

Amigo Juan Mari:

Durante cierto periodo del siglo pasado, la juventud se dio una ley distinta a la establecida. Dejó de aprender de los adultos, abolió la paciencia.

La juventud marchó a la ciudad,

para pasarla entre revolucionarios,

hasta la desbandada.

Quería ser primicia de tiempos opuestos,

hasta contrarios, o contradictorios,

declaraba falsa toda moneda,

toda institución, toda religión.

No tenía derecho al amor,

pocos muchachos tuvieron hijos

durante los años revolucionarios.

Nunca, nunca, he visto empeño más arraigado

por darle la vuelta al plato, en una juventud.

Un plato boca abajo, oye, no contiene mucho,

pero posee una base mucho más ancha,

está mucho mejor plantado.

Cierto día que ya no me cabía un solo pelo

en el órgano de la paciencia,

hice un tardeo por el casco viejo de Donostia,

con José Ignacio Tellechea y Josetxo, tu hermano.

Acompañamos los pintxos, y qué pintxos, con vuestra cerveza:

la Keler, la cerveza vasca al gusto europeo.

Acabé tirando del estudio del Sexenio Democrático (1868-76),

libre libre, de tirios y troyanos, de la facul pública Leioa

y de la facul privada Deusto, escribiendo ocho libros

sobre el tema y en torno a cien artículos de investigación,

basados todos en documentos de primera mano,

premiados por las instituciones vascas,

y al servicio de la Iglesia católica, alma de la cultura vasca

y española, nudo de comunicación europea y encaje de

la democracia cristiana también en España.

Por eso me invitaste a una excursión con Oscar Alzaga

y a una cena en la misma mesa, con Antonio Calero

en el Hotel Intercontinental, detrás del Banco Madrid, hasta su cierre,

patrimonio y gestión del PNV,

en la Villa y Corte.

Entre el multiculturalismo y la yihad

no están los tiempos para viajar a otros continentes.

Juan Mari Laboa sólo hay uno. He dicho.

Paco de Coro

 

P.S. Sabes de sobra que siempre os quise:

A ti, a Tellechea, a Goñi, a Joseba Zugasti.

Paco de Coro solo hay uno. He dicho.

1 Comentario

  1. Joxerra

    Cuantas personas, nombres y apellidos citas en tu carta, que recuerdos, todas personas de bien a las que me llevo muy dentro. Lástima que la Keler ya no es vasca, sino catalana. Un abrazo Paco, gracias por hacerme viajar en el tiempo, aunque no sea a otro continente. Un abrazo

    Responder

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