Mi madre cayó enferma y el tiempo se paró, de alguna manera sigue parado aunque debemos seguir con nuestras vidas, pero todos tus sentidos, día y noche, están con ella. Cuando apareció la fiebre había que decidir: ¿Llevarla al hospital y no verla? ¿Aguantar un poco más por si en casa puede pasarlo? Algo nos decía que el ingreso era lo mejor. Y acertamos, diagnóstico: coronavirus con neumonía en los dos pulmones. Gracias a Dios lo cogimos a tiempo y solo estuvo una semana en el hospital. ¿Solo? A nosotros se nos hizo un mundo y ella despertaba en la noche llamando a mi padre y al poco caía en la cuenta de que no iba a ver a nadie de la familia. Duro, muy duro. Solo una llamada al día, unos minutos. Pero este virus inhumano, que ataca a los afectos, al corazón del ser humano te plantea una lucha sin cuartel que saca lo mejor de cada uno porque no hay tiempo para la queja solo para consolar, para sanar el alma y el cuerpo. Destacaría muchas cosas positivas que como cuentas de un rosario se engarzaban cada día para tener esperanza y mirar al cielo en actitud de súplica y de acción de gracias.
Palpar el amor de mis padres, lo que se echan de menos cuando uno cae enfermo es una de las lecciones más grandes.
– Te quiero mucho. Haz todo lo que te digan, come, por favor.
– Yo también te quiero, se me ha cerrado el estómago, no puedo. Lo intento.
Fue lo primero que nos contó mi madre a mi hermana y a mí cuando la metíamos ya en su cama y podíamos, por fin, darla nosotras de comer. Es un amor a prueba de bombas, de virus y de miserias, “pues todo lo aguanta, todo lo espera, no pasa nunca”.
La confianza plena, estar en manos del Señor. Guantes, mascarilla, sí, sí, pero ni le das importancia a que puedas contagiarte, puede parecer imprudente, no lo sé, pero contagiarme no era una opción y me encomendé al Padre. Paz absoluta.
Y con mis hermanos, una piña, todos a una, poniendo cada uno lo que puede.
El valor de las cosas sencillas, apreciar todo lo que eres y lo que tienes, y compartirlo. Apoyarte en los tuyos que te dan también lo mejor para que el camino sea menos difícil.
Ojalá se arraigue en nosotros lo sublime de estos días: la fe, la esperanza, la compasión y el saberse limitados y necesitados los unos de los otros. Si es así, daremos por bueno todo lo vivido, aunque haya sido tan duro. Solo Dios conoce las respuestas de todo lo que hoy nos preguntamos.
Es un texto realmente hermoso y aleccionador. Gracias, Begoña, por estas líneas que nos has regalado: están escritas con el corazón y con muy buena pluma.
Sigue cuidando a tus padres, a tus seres queridos, pero hazlo con mascarilla, con guantes, con lo que necesites para protegerte. Sin salud, difícilmente podrías habernos animado con un texto tan hermoso.
Gracias de corazón.
Toda la razón, haré como dices, gracias a ti por este comentario. Que tengas un buen día.