—Viqui, ¿tú seguirás con “los nuestros”?
Con “los nuestros” se refería al conjunto de personas vulnerables a las que las dos se dedicaban hacía tiempo. Lo asumió como un testamento, le respondió que sí, y creó una Fundación que lleva su nombre, para así asegurar una atención a ese colectivo vulnerable, bastante olvidado, y que no disminuye.
Le preguntan después por qué la hace feliz estar al lado de las personas vulnerables. “Lo del retorno es tal vez lo que no puedes poner como condición para ser feliz”, responde. Y habla de que este tipo de trabajo requiere un “máster de fracasos”, que son también abundantes entre y con las personas vulnerables. “La felicidad del día a día va por otro camino, que tiene que ver con las bienaventuranzas”.
En nuestro sistema educativo, el salesiano, es clave el amor. Hemos repetido muchas veces que “educar es cosa del corazón”, y que no basta con amar a los jóvenes: tienen que darse cuenta de que son amados. Lo hemos repetido porque nos lo creemos y no lo queremos olvidar. Pero en ningún lugar está escrito que ese amor tenga que llevar incluido el retorno. Y puede ser que este, algunas veces, no se dé, sobre todo, es cierto, con algún tipo de personas o de colectivos. Y entonces, ¿qué? Desgrano varias cosas que se me ocurren.
Valora si esa persona o ese grupo sienten realmente tu amor. Tú sabrás qué actitudes o qué mirada tienes que cambiar.
Sigue dando de tu parte (sigue amando): la paciencia es energía, la constancia puede abrir puertas cerradas y ablandar el terreno más árido o el corazón más duro.
Confía. Y alimenta tu confianza con algunos “milagros educativos” que seguro conoces, porque los hay, y no pocos. Además, si formas parte de un equipo educativo, comparte esos logros y piensa que no son solo cosa tuya; en nuestra pedagogía el equipo es importante (“pienso, por mi parte, que la pedagogía salesiana solo puede ser practicada en el seno de un equipo”, afirma Jean-Marie Petitclerc).
Si de todas formas experimentas en ocasiones ese “amor sin retorno”, recuerda que tu felicidad no puede estar condicionada por si se da o no ese retorno.
Por tanto, frustraciones, las justas. Y vuelve en seguida al primer punto.
En todo caso, ese amor sembrado con generosidad, libertad, sinceridad y en equipo es casi garantía de una buena, o más que aceptable, cosecha educativa.
San Pablo lo insinúa (2Co 9,6): “Acordaos de esto: el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Que cada uno dé según lo que haya decidido en su corazón, y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría.”
A sembrar amor, que son dos días. Y, en caso de que no haya retorno, a seguir sembrando: “la felicidad del día a día va por otro camino”, he dicho antes citando a Viqui Molins. Y seguro que experimentaremos, porque no nos faltará, un Amor más grande.
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