- La misa
El sol empieza a llamar por fuera del pueblo,
de cualquier parte del pueblo.
La vida se hace sitio donde estaba ayer,
invitando a ocupar el espacio abierto.
Estoy saliendo del Hogar de las Hijas de la Caridad,
donde me hospedo siempre que vengo a Nulvi,
con los ojos aún entrecerrados,
y con ganas de algo distinto,
que de alguna manera será lo de siempre.
Me esperan unas veinte señoras para la misa
y el avispado Angelo Succo,
el “bullebulle” de trece años, que hace de monaguillo.
“En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
– Amén –responden todos.
Sentimos la mano de Dios desde la aurora.
Allí tía Pietruccia, tía Antonina, tía Lucía, tía Ángela…
Sentimos la mano derecha de Dios, dentro de nosotros,
como un puño que agarra, mantiene, sostiene.
– Porque esto es mi cuerpo.
– Porque esta es mi sangre.
Allí tía Carruccio, tía De Santis, tía Melis, tía Possadino;
volvemos a reconocer lo valioso,
a escapar de la contaminación de nuestros miedos,
de la basura ideológica y moral que ésta propicia,
de tanta opinión diversa en las familias,
generada por la experiencia de la contracultura
de los años 70.
El cuerpo de Cristo. El cuerpo de Cristo –digo al ofrecer al Señor.
Y lo deposito en sus lenguas.
Es una impresión física, para nada mística,
tampoco impalpable.
Que comporta una escueta letanía de “Amenes”,
referidos a la fuerza, de mutuo intercambio entre ellas y Dios.
Está la de “Tabacchi”, de Santis; la del “Médico Ambulatorio”, Pileri;
La del Hogar de Ancianos, “Puddu”; la portera del “Instituto”, Nieddu;
La Zallu, la Strinna, las hermanas Melis…
Nuestra misa diaria en la parroquia “L’Assunta”
tiene que ver con emociones y sentimientos,
con alivios, con rabias, con desafíos,
también con la sensación de estar de nuevo en el alero
con la incertidumbre como curva de horizonte.
- El bitter
Aunque, de momento, lo que aguardo es el verano
como bendición,
como tregua necesaria
antes de volver a la Gregoriana y a la Sapienza,
al espectáculo de nuevos amigos,
nuevos colegas, nuevas perspectivas, nuevos desafíos,
en todos los órdenes.
Después de pasar por la rectoral,
saludar a Don de Rosa y a su hermana,
me dirijo a “Ultramarinos Buscarinu”,
la señora Angela ya tiene abierto.
– Buongiorno, don Franches.
– Buongiorno, signora Angela.
Los dos calzamos zapatos de cristal,
en su suelo de piedra, como el de Cerdeña.
El cura católico tiene que disolverse en el paisaje concreto.
– ¿Qué tal estamos?
– ¿Cómo va todo?
– ¿Y su marido?
– Aquí su “bitter” de cada día.
– Danosle hoy.
Y con el refresco la charla diaria sobre el pueblo,
sobre los partidos políticos de Roma,
las arenas movedizas de la actualidad.
– “En España nunca pasa nada” –me decía siempre.
– “Que te crees tú eso” –me decía para mi capote.
O sea una apoteosis de primera línea de playa,
sin visitar playa alguna… nunca,
durante cinco penitentes veranos sardos.
El equipaje de “Ultramarinos Buscarinu”
era invisible y tenía que ver
con la expectación, con la seguridad, con la generosidad
“de intenciones de misas”, hasta gregorianas,
acompañadas siempre de un “bitter” o de dos.
Don De Rosa me había dicho que Cerdeña,
me exigiría volar de otra manera,
más alerta y más despacio.
- Madrugada
Los brochazos emocionales de Nulvi
garantizan balacera cada verano.
No necesito ninguna visita guiada.
La señora De Santis me prepara
la escalera hacia el pasado.
Me regala nada más y nada menos
que las obras completas de la premio Nobel,
Gracia Deledda,
que pude leer en su momento
en la paz del monasterio benedictino
de Valfermoso de las Monjas (Guadalajara).
Había quedado de antemano
con los “Buscarinu”
sobre la madrugada en su casa,
no en la tienda.
Querían oír mi parecer,
sin que Don Antonio de Rosa se enterase,
sobre su testamento.
Pienso ahora en las estrategias,
en los tanteos,
en el momento,
en la oportunidad.
Me presento con sotana hasta las cejas,
–lo manda la Conferencia Sarda–
con peluquín de problema colectivo…
Cualquier cotilla nocturna,
lechuza de campanario,
puede descubrirnos y…
– Que importa –les digo a los dos.
– Se trata de aconsejar, ¿no?
Las claves del acierto residen en la minucia de lo previsto.
Y no podemos decir que esto “los Buscarinu” no lo tuvieran previsto.
Ahora tocaba, de nuevo, rescatar la cordialidad diaria,
con o sin “bitter”,
para acompañar en el día a día,
ahora casi en la aurora
a una pareja de mayores,
con la sensación de haber sido humillados
y de estar de nuevo en el alero,
con la incertidumbre como curva de horizonte.
- El testamento
– Don Franches, estamos haciendo testamento.
– Somos mayores, vivimos solos, y…
– Pero yo soy aprendiz de cura.
– No queremos que se entere Don De Rosa.
– Angela dice que es usted de fiar.
– Pero soy español, estoy de paso…
Quizá sea mi último año en Italia.
Pero no acabó ahí la cosa.
– Hemos pensado…
– Buen pensamiento el vuestro.
– Construir un mausoleo para los dos.
Sólo nos tenemos el uno al otro.
Y todo lo demás para la “Madonna del ‘Arco’”.
– Y, ¿por qué no para la “Madonna del’Assunta” de Nulvi?
– No, no y no. Nos humillaron tanto llevándonos atados a trabajar al campo, Don Franches…
Todo me parecía un reflejo de una gestión social injusta,
de una gestión municipal y parroquial
de palo de gallinero.
Dejados, Descuidados, Incómodos.
“Los Buscarino” buscaban su revancha.
O sea esa, esa retórica herida, pero estafadora,
de que en las revanchas personales vamos todos.
– Señora Ángela, amiga,
aparten liras, muchas, para los niños del Asilo de aquí,
para los ancianos del Refugio
para las cofradías de agricultores, ganaderos y artesanos,
para los chicos del Instituto, porfa, hombre.
– Señores “Buscarinu”, mis amigos,
en este momento no vale contener meado el propio adoquín. No, no.
Hace falta mear el de los demás paisanos.
Así, todo queda en casa, hombre.
Nulvi es un poco el contenedor abierto,
de nuestra propia mugre, lo mal no es más
que una paradoja de lo que solos los hombres. Todos.
– Chicos, a Sassari, y ante notario, dejadle también algo
a la “Virgen del’Assunta”, es la misma que la del’Arco.
Aquella es de Nulvi, y la del’Arco es de Nápoles.
Las dos son muy milagrosas.
También dejad algo a Don De Rosa, os lo agradecerá.
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