
Marian Serrano
El otro día en una reunión de inicio de curso escuché esta propuesta: ante complicaciones, situaciones difíciles, personas que generan conflicto, en lugar de quejarnos podemos adoptar otra actitud y sacar los mejor de nosotros mismos.
En este momento del año, en el que volvemos a las rutinas diarias, a los horarios, a recuperar hábitos perdidos en el verano solemos hacer listas de propósitos, objetivos que queremos alcanzar.
Septiembre habitualmente es el mes en que los gimnasios se llenan de gente, nos apuntamos a cursos porque queremos aprender nuevas cosas y pensamos cómo mejorar, como cuidarnos, como cuidar. En mi caso no es menos y en este mes he añadido a mi lista este propósito: “antes las complicaciones… sacar lo mejor de mí misma”.
Quería presentarlo en este espacio que está pensado para contar la vida, pero también para dar consejos desde nuestra realidad femenina, salesiana, desde nuestros trabajos y nuestras actividades voluntarias, desde nuestra experiencia vital. Y quizá sirvan o, al menos, sólo la reflexión ayude.
Porque no me quiero quejar, no me quiero instalar en la queja. Me duele en la cabeza y en el corazón el ruido que genera la queja y siento que no me permite crecer, ni avanzar.
Lo ideal, desde mi punto de vista, sería determinar qué es una complicación o situación difícil, o saber qué personas van a ponerte dificultades para avanzar y a partir de ahí saber qué significa “sacar lo mejor de mí misma”.
Porque dependiendo de la situación puede ser, simplemente, una sonrisa, un abrazo, puede ser el silencio. Pero también puede ser: echar la carne en el asador y ofrecer toda mi capacidad de trabajo hasta cerrar la situación complicada. Poner todos los sentidos en juego, abrir espacios personales que nunca he abierto. E incluso, saber que no puedo resolverlo y buscar ayuda en quien sepa ayudarme mejor. Se abren una cantidad de posibilidades que la queja y su ruido suelen cerrar.
Me recuerda esta reflexión con tantos matices a una frase que me dijo un amigo hace unos meses… Él es alguien que siempre tiene una mano abierta, una solución, una respuesta. Y le dije: “yo quiero ser como tú de mayor” y me contestó: ¿te apuntas al club?.
-¿De qué club me hablas?
Su respuesta: “El club de los facilitadores”.
Me apunto querido amigo. Tengo un precioso camino por delante y muchas personas con las que compartirlo. Va de propósitos.
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