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La impronta
Acostumbrado ya a la pérdida
–son ochenta y dos años–
apuesto una vez más por los grandes temas
que tocó vivir a mi generación.
Salgo de clase a mitad de la mañana. En Roma.
Es la pausa.
Atravieso el portón de la Gregoriana hacia Piazza Pilotta
me dirijo a Via Nazionale, donde el “capuccino” de “Dal´Covolo”
resucita muertos y purga de herejías.
La impresión reticular me apabulla. Me siento una hormiga.
Miles de universitarios ocupan la calzada y las aceras.
Fetiches estéticos calculadísimos moldean las calles adyacentes:
Plaza Venecia, Avenida de los Foros Imperiales, Via Veneto, Colosseo.
– Franco boia! ¡Franco asesino! –chillan mortificantes.
– Franco boia! ¡Franco asesino! –berrean retadores.
Aúllan los muchachos. Aúllan los estudiantes. Aúllan los obreros.
Aúlla Italia y destruye mi concepción de lo que
puede hacer un cuerpo, una luz y una palabra
cuando se combinan.
Imagínate cuando son miles.
Todos me hacen sentir parte de un culto.
Abrazo en sus chillidos cada palabra gritada, proclamada,
esgrimida, enarbolada,
un adentrarse en zonas muertas, en anchuras insondables:
“El proceso de Burgos”, aquel juicio sumarísimo iniciado el
3 de diciembre de 1970, contra dieciséis miembros de ETA,
acusados de asesinar a tres personas.
España en la diana una vez más.
El grito era la emoción, el chillido lo era todo,
porque no había un solo elemento en las calles
que no estuviera al servicio de la misma,
el objetivo era el eco constante,
la impronta, siempre la impronta.
Aturdido, sin tomar café, me enderecé a casa, a pie,
dando vueltas y más vueltas a las escenas vividas,
emparentando con la memoria universal
de nuestra historia,
obsesionado por mostrar lo que iba sedimentando en mí
de los grandes relatos de España
y sobre todo de las grandes derrotas.
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El periodista
Yo mantenía aquellos años amistad verdadera
con el general auditor Jesús Valenciano Almoyna,
en las distancias cortas, hombre muy culto, afable y sagaz.
Fue junto con su señora Asunción Alarcón y de La Lastra
el padrino y acompañante en mis años de estudiante
en Roma. Como también sus siete hijos.
Su espíritu moderador y su sagacidad política
me llevaron a chequear distintos procesos
también “el de Burgos”,
desde el Derecho canónico
al haber encausados dos sacerdotes.
Por fin me desembarazo de la multitud.
Al cruzar la calle San Gregorio Magno,
frente por frente con la FAO, donde trabaja mi amigo
Luis Juárez Almazán
me asalta (sic) un periodista micrófono en mano.
– Cosa ne pensa su…
– Non ne pensó niente.
– La Spagna in berlina, la Spagna cattolica.
– Capisce?
– Capisco, capisco. Perbacco!
– La Spagna della Inquisizione risucita.
– Va bene, va bene…
– ¡”El proceso de Burgos”, via la pena di morte!
– Via, via, via!
El periodista me incomoda, me aturde, me solivianta.
Hace de sus palabras no sólo una pose, sino un compromiso
me conmueve su voluntad de seducción.
Pero también me exaspera.
– Cosa ne pensa su…
– Sa, sono straniero.
– Da dove? Da dove?
– Dalla Spagna cattolica!!!
– Allora non ne voglio il suo giudizio.
– Voi siete il culo d’Europa!
– E voi, lei piuttosto, la carta perculire il culo!
– Mascalzone!
– Mascalzone!
Afloró rápido la sucia desnudez del alma europea
en una letanía ininterrumpida de palabrotas
italianas
españolas
y hasta en latín.
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En la FAO
– “La bandera en el fondo del baúl, Paco! –me decía don Chiandotto.
El problema de los delirios nacionalistas es siempre el mismo:
La vanidad profética, el mesianismo
y la inconsciencia desde la que se eleva la chifladora
de las propuestas primacistas.
Con “El proceso de Burgos” por delante
tuve que bracear hasta via San Gregorio para sobrevivir
y aquí y ahora burlar hasta la revancha al periodista
inoportuno.
Aparco el enfado. A regañadientes.
Cruzo la calle para entrar en la FAO.
Quiero hablar con Luis Juárez, el de Lavapiés.
– Cuánta noche oscura en España, Luis.
– “El proceso” como horizonte político es un crimen.
– ¿El show que lleva por delante da más de sí?
– El franquismo ya carece de interés y quiere morir matando.
– A la pena de muerte la llaman nación o patria.
– La conmoción…
– Y la propaganda sacude las esferas de la política internacional.
– Son dieciséis los encausados y dieciséis los abogados.
– Saltan abogados como Solé y Barberá, Peces-Barba, Andrés, Castell.
– Todo se convierte intimidante.
– Radio España Independiente le presta toda la atención.
– Desde aquí también se oye.
– El juicio sumarísimo y la petición de la pena de muerte
desgarran todo el mes de diciembre.
– Pasando a otra cosa… me dice Ángel, mi hermano,
que has sacado el título de francés de “Mandgol”.
– La verdad es que sí. Estoy dándole al inglés.
Nos lo piden en la Gregoriana para el examen de grado.
– Date el piro y vente a la FAO.
– Luis, soy muy feliz en Cerdeña como cura rural.
Vuelvo siempre a Roma con las manos llenas de esperanza.
– Qué tonto, por qué te habré dicho eso. Ángel no lo perdonaría.
– Luis, aquí dentro, la salvia, el romero y el hinojo
me regalan la dulzura deliciosa
que hace frente al horror del tiempo que vivimos.
– Indecible horror, Paco.
– Indecible, Luis.
Amigo Javier, el indecible horror del tiempo que vivimos hoy,
que trae el pasado es dar contenido al presente y al futuro.
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El futuro es pasado
Vivo sobre Las Catacumbas de San Calixto
en el Instituto Internacional Salesiano de San Tarcisio.
En el lado opuesto de la ausencia de mis padres y hermanos,
me detiene el tiempo en cada esquina
del mundo inexplicable de compañeros insólitos:
Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga
José María de los Santos y López
José Isikawa
Leger Fernando Morand Wird
Nicolas Cotugno Fanizzi
Francis James Moloney
Siro Cozzolino
Luis Felipe Gallardo
Angelo Amato.
Vivo mucho en los libros.
Vibro mucho en los fines de semana de Campoverano como capellán.
Convivo, a muerte en Cerdeña las vacaciones de cinco años. Tantas.
Aspiro a un desenlace noble e indoloro de
“El proceso de Burgos”. No sé.
El vértigo de la política franquista desafía la ley de su final.
El fascismo aprendió a hablar con el idioma de los muertos.
El terrorismo desafía las leyes del ocaso de la dictadura
y de la Transición… hasta hoy.
Nunca todo termina.
El único futuro es el pasado.
¿Quién dice que el recuerdo aprisiona?
¿Quién dice que la mazmorra del pasado consume?
Tras el diluvio seco de más de cincuenta años,
hoy es nunca,
porque nacimos todos ciegos,
aunque el mundo sin nosotros sería un absurdo espejo.
Me espera mi banco en la Gregoriana todavía,
con las cortaduras de compis como Fois, Sanz de Diego, Sampaio, Descalzo, Arbeloa.
Me espera mi sitio en el Archivo Secreto Vaticano
y los legajos del siglo XIX, en mi celda de hoy.
La insolencia fascista de ayer
desemboca en la de hoy, mientras los cadáveres
de las catacumbas danzan su ragtime
para olvidar que han muerto.
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