En agosto de 2022 tuve la suerte de participar, después de hacer unas etapas andando del Camino de Santiago, en la Peregrinación Europea de la Juventud. Un encuentro lleno de alegría, juventud, creatividad y profundidad. Quiero destacar un momento especial: la oración de la noche junto a miles de jóvenes en el Monte do Gozo de Santiago de Compostela. Cantos, proyecciones, luces, testimonios y textos de la Palabra de Dios guiaban ese momento cuidado, orante e intenso. Sin embargo, lo más emocionante fue cuando se hizo el silencio. Miles de jóvenes en silencio delante de Jesús. Sólo se oía la leve brisa que en la noche nos acompañaba en el monte. ¡Qué momentazo! Silencio para meditar lo que acabábamos de escuchar, para poder decirle libremente lo que quisiéramos, para contemplarlo en un pedazo de pan que teníamos ahí delante. Fue un cara a cara personal en silencio compartido con miles de silencios.
Orar en la JMJ 2011
Bajando del monte, recordaba otro silencio igual de intenso. Durante la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid vivimos una vigilia de oración llena de inconvenientes y dificultades. Después de un día de mucho calor llegó la tormenta de verano. Viento y lluvia enfriaban y encharcaban el ambiente. Nervios, incertidumbre y el temor a que todo se suspendiera y tuviéramos que volver a nuestros lugares de acogida.
Se fue el sonido y en algunas zonas la luz. Sin embargo, un micrófono, el que tenía que usar el Papa sí que funcionaba. Y todo continuó bajo la lluvia y el viento.
Escuchando un programa de radio, los organizadores comentaban el momento, indicando que, debido a la tormenta, el Papa fue invitado a retirarse y que él los animó a no suspender nada, pero sí a reducir todo a lo esencial. Sólo el momento de adoración y silencio.
Y allí, bajo los paraguas y agitado por el viento, Benedicto XVI nos invitó a orar con estas palabras: “Os invito, pues, a permanecer ahora en la adoración a Cristo, realmente presente en la Eucaristía. A dialogar con Él, a poner ante Él vuestras preguntas y a escucharlo. Queridos amigos, yo rezo por vosotros con toda el alma. Os suplico que recéis también por mí. Pidámosle al Señor en esta noche que, atraídos por la belleza de su amor, vivamos siempre fielmente como discípulos suyos. Amén”.
Se hizo un silencio de dos millones de personas. Cientos de miles de jóvenes rezando en silencio en los charcos y el barro que nos había dejado la tormenta.
Al acabar ese silencio de barro y sencillez, Benedicto XVI nos dijo con el corazón emocionado: “Queridos amigos: Gracias por vuestra alegría y resistencia. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia. Gracias. El Señor con la lluvia nos ha mandado muchas bendiciones. También con esto sois un ejemplo”.
Cuando los organizadores dijeron al Papa que lamentaban lo ocurrido, él respondió: nada que lamentar, la tormenta nos ha enseñado qué es lo esencial y qué clase de jóvenes tiene la Iglesia.
Foto: Benedicto XVI en la Vigilia de oración de la JMJ Madrid 2011, recordada por la tormenta acaecida y su aguante con aplomo y el de los dos millones de jóvenes que se dieron cita en Cuatro Vientos.
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