Se alzan voces que señalan que, entre una generación de jóvenes adultos, está aumentando el número de buscadores de Dios. Las causas pueden ser muy diversas. Tal vez haya una demanda de espiritualidad entre personas que viven hastiadas de la eficacia de lo inmediato y de la pérdida de sentido en esta sociedad que consume desaforadamente experiencias.
Esta búsqueda es poliédrica y puede no coincidir con el imaginario tradicional que muchos tienen sobre Dios pero abre una puerta a explorar un deseo que conecta el espíritu humano con quien le dio vida haciéndolo a su imagen y semejanza.
Personalmente percibo una búsqueda de Dios en la capacidad que tienen el arte, la música y la belleza para congregar a jóvenes que se sienten interconectados en una liturgia estética que genera un clima que conecta con el misterio y la oración. Veo también signos de esta búsqueda en la demanda de encontrar referentes espirituales y espacios cuidados para la escucha, el diálogo y la reconciliación con una sed de espiritualidad cada vez más personalizada y menos genérica y formal. Contemplo cómo Dios habla de formas insospechadas a quienes se encuentran con Él entre los más pobres, aunque pudiera ser que no fuera ese el objetivo prioritario que les movió al iniciar una experiencia de voluntariado en un contexto habitado por una comunidad cristiana.
Esta incipiente búsqueda en una sociedad postcristiana, nos reta a quienes creemos en Dios a vivir con autenticidad las consecuencias de nuestra fe ya que a través de nuestra vida se nos ofrecerán posibilidades para poder narrar nuestra experiencia de un Dios que no es una idea, ni un concepto, ni solo un conjunto de dogmas que creer o de ritos formales que celebrar.
Tenemos una preciosa historia que narrar y si podemos contar algo sobre Dios es porque Jesús nos habló mucho y bien de Él. Nos desveló secretos de su vida y nos enseñó a relacionarnos con Dios como con un padre bueno, tanto en los momentos de euforia y alegría, como en los momentos de dudas y tristeza en los que la vida se nubla y solo la confianza nos permite seguir caminando.
Nuestro Padre
Gracias a Jesús, supimos que Dios no genera bandos entre sus hijos, ni nos clasifica en buenos y malos para regalarnos premios o enviar castigos a discreción. Frente a lo que algunos difundieron, Jesús nos mostró que nuestro Dios es un amigo de la libertad. Por eso acepta nuestros errores, aguanta nuestros desplantes y espera pacientemente la vuelta a casa de cada hijo en el momento oportuno, para ofrecer un perdón generoso que sana y que restaura.
Jesús nos contó que el Dios tiene especial sensibilidad por los humildes, los sencillos, los que se sienten débiles y que no le gusta nada la arrogancia y la soberbia. Jesús nos contó muchas cosas sobre Dios para tocarnos el corazón y para que le busquemos de verdad en nuestra vida. Por eso, si está búsqueda se está activando en algunas personas, nos toca acompañarla para no dejar de dar razón de nuestra esperanza con esa dulzura y respeto que se nos enseñó a tener, a quienes nos hemos encontrado con el Dios de la vida.
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