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Huesos de alas
Antes de salir nos sentamos en el banco
de los zapatos,
él se frota la espalda contra la pared,
yo se la acaricio un poco.
Bajo la sotana los huesos se mueven,
sus huesos de alas.
Ya habíamos intimado.
Era mi tercer año de vicario aprendiz.
Y le digo:
Sólo las mujeres dan a luz por delante
y usted por detrás, ¿no?
“Los hombres no tenemos el honor de parir”,
responde.
Comemos sentados los restos de anoche,
cerca el uno del otro.
Bebe agua con ansiedad.
Es lo que hace siempre
que se dispone a decir palabras santas:
“¿Quién ascenderá al monte del Señor?”.
A la pregunta, la respuesta dice:
“Quien tiene las manos inocentes y el
corazón puro”.
– Franchés, ser sardo, es ser peculiar, distinto.
Hasta nos vemos distintos entre nosotros mismos,
como los vascos y los lapones, por ejemplo.
– Porfa, míranos sin legañas.
– Cerdeña es “otra” cultura, otra “alteridad”,
“un cuadro genético peculiar…”.
Me rebelo por dentro, pero recuerdo a Don Chiandotto,
el mejor formador salesiano que he conocido:
“Tu bandera siempre en el fondo del baúl”.
Terminamos el “queso pecorino”, ayudados del “vernaccia”.
No noto diferencias con los productos manchegos, la verdad.
– El desayuno sardo me limpia el corazón.
Las palabras de Don Possadino me lavan las manos.
Estamos listos para viajar a La Barbagia:
ascender a los montes de la Cerdeña interior.
Los huesos del párroco
son huesos de alas.
¡En marcha!
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Estalla la bomba
Ya en el coche la conversación nos conduce
hacia la Barbagia.
Le cedo la palabra a Don Possadino.
Lo que él pueda decir será mucho más interesante,
que lo que yo he leído en los libros.
– La Babagia es la región histórica
más extendida de la isla
y la única sin mar.
¿Hasta dónde llegan sus límites?
Sus confines se mezclan con los nuestros.
La Barbagia es una forma mentis.
También Cerdeña, Franchés.
Observo la cara de Don Possadino, mientras habla
y, una vez más me admira su cabeza, tan oronda;
El encanto de su palabra sencilla,
iluminada por su sonrisa.
– Cerdeña es una forma mentis
una forma de mente, una forma de ser.
Nos construimos una especie de nido en la cabeza
desde el nacimiento
y nos quedamos a vivir ahí dentro,
para siempre.
– ¿También el millón y pico que trabaja en Alemania?
– También, Franchés.
Aunque en el extranjero, permanecemos en el lugar común,
visitamos ritualmente los antiguos lugares compartidos,
mantenemos las mismas costumbres
en memoria de nuestros muertos.
Yo no creo que sea bueno, o quizá sí,
quien sabe, quien soy yo para decir cómo debemos ser;
En cualquier caso es nuestra elección,
es nuestro ser.
Íbamos absortos, entusiasmados, felices. Juntos. Vivos.
Bummmmmmm, estalla la bomba de los quinientos asesinados
por los bandidos en Orgosolo sólo en mi cabeza,
o quizá en mi corazón, o en mi garganta.
¿Puro terrorismo emocional?
¿Puro terrorismo propagandístico?
¿Puras teorías políticas de las muertes?
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La “vendetta” / venganza
Hasta los callejones llega el olor del cementerio
y me olvido de toda desazón.
Don Possadino sabe que entre las piedras rectangulares
de las casas más alejadas del centro
se tramaba el crimen.
El olor del mar era nuestro perfume,
la paz de un día de verano a la caída del sol,
en Castelsardo o en Porto Cervo,
traído aposta hasta aquí.
Permanecíamos, juntos, en silencio
viendo una siembra de cruces de mármol.
La muerte se sentó a la mesa
cuando se empezó a creer que la inmortalidad
se dispensaba ya entre curanderas y bandidos.
Possadino reza un responso. Con fervor y en latín.
– No es una oración de gozo –le digo–,
sino de una tregua en medio del aquelarre.
¿Realmente qué sucedió? ¿Y por qué?
¿Y cómo se sale de este momento incalculable?
De todas maneras cada vez son más escasas las comitivas
donde se encabalga una tertulia
para despedir entre bondades o maldades
al muerto, sea bandido o no.
– Nino Possadino, lo que queda de un cadáver
es siempre lo mismo,
la memoria del vivo que lo despide,
que lo lleva, que lo siente, que lo espera.
Aquí se rompieron las reglas de la vida.
¿Aquí fracasó el cristianismo?
¿Aquí fracasó la humanidad?
– Franchés, el día que salgamos de ésta
habrá que restaurar de urgencia
demasiadas expectativas que quedaron calcinadas
cuando en el horizonte
empezaron a arder las “vendette”,
las venganzas.
Desconocemos, oye, qué quedará de todo
cuanto quisimos,
pero conviene huir más que nunca
de los pesimistas que aprovechan las cenizas
para depositar en el ánimo de los demás
canciones de despedida.
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Murales
Hoy,
una vieja señal con el mapa de Cerdeña,
cosido a balazos da la bienvenida
a Orgosolo,
pueblo de 4.200 habitantes
en el centro de la isla italiana.
Rodeado por las montañas del
Supramonte,
hasta finales de los años 90,
vivió con el estigma de la Anónima Sarda:
Una violenta banda criminal
especializada en secuestros.
El pueblo se ha convertido
en un museo a cielo abierto
con más de 400 murales que cuentan
la historia de Cerdeña y denuncian
las injusticias del mundo:
La guerra entre israelíes y palestinos
los atentados de las Torres Gemelas
la Segunda Guerra Mundial
la guerra de España (1936-39)
la guerra del Vietnam…
la bomba atómica.
Aquí conviven Frida Kalho,
Mahatma Gandhi,
Barack Obama,
Che Guevara,
Pablo Ruiz Picasso…
Lo extraño, hasta lo criminal
ha servido para nacer de nuevo,
pues siempre, siempre quedan
restos de amor.
Las inquietudes de Orgosolo
han contagiado a otros pueblos:
Tinnura, Oristano,
San Sperate o Villamar.
Así las mismas cosas que humillaron,
terminaron por hacerse sitio
en el desagüe.
FELIZ AÑO NUEVO 2024 A LOS LECTORES DE ESTE BLOG, «DE ANDAR Y PENSAR».
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