Déficit de atención

Aprendiendo a Vivir

16 septiembre 2021

Rosalía Feria Vega

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Hace algunos años me inscribí en un curso sobre el Trastorno por Déficit de Atención (TDA). El objetivo principal de este curso era demostrar si en realidad existía el dicho déficit como tal; motivo por el que, a pesar de la lluvia que caía, la temperatura ambiente subió varios grados. Los que pertenecemos al ámbito escolar, trabajamos en el día a día, con muchos alumnos con este diagnóstico y no tenemos la menor duda de su existencia.

Pero a día de hoy, no sólo en la escuela, sino en cualquier ámbito, podemos asegurar que esta pandemia nos ha traído, también, otra modalidad de déficit de atención, relacionada con la escucha y el cuidado de las personas.

Faltos de cariño

No son pocos los niños, adolescentes, adultos y personas mayores que se han sentido y siguen sintiéndose, poco atendidos o escuchados. Bien es verdad que los medios tecnológicos, nos han ayudado a no perder el contacto y a seguir presentes en las vidas de los otros, pero no han podido sustituir el calor de una mirada, de una palabra en voz baja o de un abrazo. En la escuela se notó, al finalizar el curso pasado, y éste se va a seguir notando, la necesidad de los alumnos y de sus familias de que estemos a su lado y de que los escuchemos con los oídos bien abiertos, más que nunca, tal como nos indica la conocida frase “tenemos dos orejas y una sola boca, justamente para oír más y hablar menos” de Zenón de Citio.

Ha sido un curso muy duro para todos. Se hace necesario un mayor cuidado de los que tenemos a nuestro alrededor y una escucha más activa que de costumbre, y para los educadores debe ser el “late motiv” para que la escuela cumpla su función.

Nuestros alumnos y sus familias están necesitados y deseosos de sacar fuera todas las vivencias, positivas y negativas, que les han ido pasando desde aquel día de marzo de 2020. Seamos para ellos personas mágicas, como dice @Manu_Velasco: “¡Qué importantes son las “personas mágicas”! Son aquellas que te miran y desnudan tus temores; que te abrazan y paran el universo; que sonríen e iluminan tu vida; que te escuchan y aligeran tu mochila”.

Y hablando de magia, si miramos a Don Bosco en la hermosa foto en la que está confesando a Pablo Albera, podemos encontrar el mejor modelo de cómo tenemos que atender personalmente y escuchar de manera plena a nuestros jóvenes, ¿no te parece?

Fuente: Boletín Salesiano

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