He escuchado últimamente, con mucha frecuencia, la denominación “Generación de Cristal” (1). Me he detenido a observar y confrontarme.
A la par llegó de forma providencial la película “Elemental”, de la cual no voy a ofrecer ningún spoiler, solo invitarles a verla. Al cruzar ambos sucesos, caigo en cuenta de cuán necesario es dejarnos afectar por la vida, dejarnos tocar, dejar que nos suceda.
Observo que en la actualidad convive la generación de cristal, otra que podríamos decir que son de roca, unos cuantos, de agua, otros de fuego y pare usted de contar. Todos tenemos un familiar o un amigo que es como una muralla, que no llora, no se conmueve no se da un día libre. Es una roca que va por la vida resistiendo, no se deja afectar. En contraste nuestros chicos que en ocasiones se aíslan porque no quieren que empañen su cristal.
Dejarse afectar nos hará tener días de alegría y euforia por el éxito de un amigo. Días de llanto por la empatía con un desconocido que deambula en soledad y pobreza. Ratos “perdidos” por estar escuchando las peripecias de un jovencito o de un abuelo.
Estamos llamados a buscar camino de encuentro: Querida roca, déjate caer alguna vez y rodando cuesta abajo déjate moldear por el camino. Querido cristal, déjate afectar y aunque te quiebres en miles de pesados te volverás a rearmar en un hermoso vitral.
Como personas creyentes nos sentimos convocado a transformarnos y eso pasa por dejarnos tocar y moldear por lo vivido, ser un material más maleable, una mezcla quizás, como arcilla quizás, no permitirá se moldeados por las manos de nuestro alfarero.
(1) El término generación de cristal fue acuñado por la filósofa española Montserrat Nebrera como una metáfora para describir la fragilidad emocional de los adolescentes y jóvenes de hoy día.
Muy acertado.