Esta frase del papa Francisco inspira al Rector Mayor para felicitar la Navidad a los lectores del Boletín Salesiano.
En este último número de 2021 del Boletín Salesiano, quisiera transmitiros este mensaje que ven en el título de esta página y del que debo deciros que no soy el autor. Ha sido el papa Francisco quien, en la Navidad del año pasado, felicitando a las familias de quienes trabajan en El Vaticano, eligió como guía de su mensaje de felicitación esta realidad de la sonrisa, en un tiempo donde no pocas veces está ausente, porque también el trato humano y respetuoso está ausente.
Con frecuencia reflexiono un poco sobre una realidad que me sorprende. Se trata de esto: somos conscientes como humanidad de que la afabilidad, los signos de delicadeza y de respeto, las expresiones de fraternidad y solidaridad, el amor vivido en los ámbitos diversos de la propia vida, llena nuestros corazones profundamente. Sin embargo, socialmente, como grupos humanos, regiones, naciones, nos cuesta tantísimo hacerlo realidad, crear comunión entre los pueblos, sumar esfuerzos que ayuden a hacernos más humanos.
Pero no solo ocurre en los grandes temas de la ‘gran política’ o de la ‘macroeconomía’, con intereses muchas veces enfrentados, sino que no pocas veces ocurre en las familias… Todos sabemos que es así.
Regalo encarnado
Reconociendo esta realidad, la Navidad, el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, nos recuerda que la Salvación se nos ha donado, se nos ha regalado, y nosotros hemos de seguir construyendo un mundo donde Dios, con su Amor por nosotros, esté siempre más presente. Claro que a veces nos resulta difícil porque, si algo tenemos, es la plena libertad para hacer y deshacer, para construir y derruir, para sumar y para restar, y por eso vamos haciendo camino hacia una mejor Humanidad, aunque parezca que damos muchos pasos hacia atrás.
Deseo invitaros a que, en esta Navidad, todavía de pandemia de la COVID-19 (o al menos con su presencia amenazante), pero en gran parte controlada, donde estamos aprendiendo a vivir con esta amenaza, no renunciemos a dejarnos sorprender por esa sonrisa de Dios que se traduce en tantas cosas sencillas. Un ejemplo sencillo y humano es nuestra actitud ante un bebé al que, de inmediato, nos surge el gesto natural de sonreírle para suscitar su sonrisa y, cuando ésta aparece en su rostro, nos produce una enorme emoción que es signo de sencillez en su belleza e inocencia. “Jesús –dice el papa Francisco– es la sonrisa de Dios”, porque vino a darnos el amor del Padre. Su mensaje fue acogido por María y José que han reconocido en su sonrisa la misericordia de Dios para ellos y para todos aquellos que esperaban al Mesías.
Y nosotros, en este presente, en esta Navidad, ante el Hijo de Dios que se hace humano, podemos sentir que en Él Dios nos sonríe y sonríe a todos los pobres de la tierra, a aquellos que esperan la salvación, un mundo más fraterno, donde se superen las guerras y violencias, donde todo hombre y mujer pueda vivir en su dignidad de hijo e hija de Dios.
Nuestro Único Dios
Os quiero contar algo que yo mismo vi hace unas semanas y que me llegó serenamente al corazón, y comprenderán el por qué. Me encontraba en Valdocco, y eran las tres de la tarde. Pasaba por el patio y alguien atrajo mi atención. Observé con más atención y vi que una persona joven estaba rezando bajo el pequeño pórtico que sostiene las habitaciones de Don Bosco. Vi que era un musulmán que había puesto su alfombra sobre el suelo, dirigida hacia la Meca y se arrodillaba y se ponía en pie, haciendo sus rezos según su religión. Estaba comunicándose, no con ‘Su Dios’, sino con el Único Dios, en el modo y manera que su religión lo expresa. Estaba muy centrado en su oración y poco le importaba quien pasaba o no, y seguramente que no se dio cuenta de que yo, sin molestarlo y con mucho respeto, lo contemplaba.
Casualmente, a esa hora yo había salido de la capilla Pinardi donde durante toda la jornada está expuesto el Santísimo Sacramento, el Señor Jesús presente en la Eucaristía, y pensé que era hermoso que Valdocco y el mismo pórtico donde Don Bosco había estado tantas veces con sus muchachos y donde habían rezado, era el pórtico que recogía y albergaba la oración de ese joven musulmán. Porque la sonrisa de Dios es una sonrisa para todos sus hijos e hijas en este nuestro mundo. Todos somos fruto de su Amor y de su Creación. Y al igual que este pórtico de Valdocco, las casas salesianas del mundo acogen cada día a decenas de miles de muchachos y jóvenes de todas las Congregaciones, porque allí, en la casa salesiana, se están preparando para la vida, creciendo en Humanidad e incluso en Fe, seguramente vivida y expresada en su religión familiar, o tribal o étnica, pero siempre como hijos e hijas del único Dios.
Por eso, quiero haceros llegar mi saludo de Navidad con toda la carga de humanidad y de Fe de que soy capaz. Y os sigo invitando a que sigamos siendo de las personas que nos sumamos a quienes creemos que el mundo necesita de nuestra pequeña contribución hacia una Humanidad más parecida al sueño de Dios sobre nosotros.
Os deseo una Santa Navidad y lo que el mismo Papa ha deseado en aquel encuentro: “Lleven este deseo a sus seres queridos en casa, especialmente a los enfermos y los ancianos: que sientan la caricia de su sonrisa. Es una caricia. Sonreír es acariciar; acariciar con el corazón, acariciar con el alma. Y mantengámonos unidos en la oración”.
Fuente: Boletín Salesiano
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