“Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! ¡Vamos a hacer tres tiendas!” (Mc 9,5). Esto es lo que le dice Pedro a Jesús, tras la transfiguración en el monte Tabor, cuando sus vestidos se volvieron de un blanco reluciente y aparecieron junto a él Elías (el mayor de los profetas) y Moisés (el mayor legislador).
Ante esta situación tan extraordinaria, la reacción normal es la de Pedro: no querer que pase, quedarse a vivir en ese momento. Pero esos no son los planes de Jesús, que ha venido a salvarnos y no a lucirse, y solo unos versículos después ya encontramos a Jesús manos a la obra sanando a un muchacho que tenía un espíritu impuro.
¡Cuántas veces nosotros nos encontramos en la misma situación que Pedro! En una Pascua juvenil, en un CampoBosco, en un curso de animadores, en un encuentro de Familia Salesiana, en unos ejercicios espirituales… Todas son experiencias maravillosas, en las que, como Pedro, Santiago y Juan en el Tabor, seguimos descubriendo a Jesús como Señor de la vida, profundizamos en nuestra relación con él, aprendemos a acogerle cada vez más y mejor… “¡Vamos a hacer tres tiendas!”, decimos con Pedro. Ojalá este campamento no acabase nunca…
Los discípulos de Jesús vivieron experiencias profundas con Jesús. Nosotros, en el día a día de nuestras vidas, no tenemos que conformarnos con lo vivido en el momento, debemos ir a nuestras ‘Galileas’ particulares para continuar encontrándonos con Dios.
Esta es la tentación del Tabor, querer vivir siempre en esos momentos extraordinarios, donde tal vez nos sea más fácil vivir nuestra fe. Donde tal vez nos sea más fácil sentirnos en comunidad, entregarnos al otro, escuchar a Dios…
Él nos espera
Pero esas experiencias no tienen sentido por sí mismas. Toca bajar del Tabor y seguir caminando, con el recuerdo de una experiencia que seguramente todavía no entendemos del todo, como los apóstoles, pero que nos lanza a nuestro día a día, donde nos espera Él.
Así lo dijo el propio Jesús a las mujeres, las primeras en verle resucitado: “Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán” (Mt 28,10). ¿Y dónde está mi Galilea?
Galilea es la tierra natal de los discípulos, la vida ordinaria de cada uno. Ahí nos espera Jesús: en la Galilea de nuestros estudios, de nuestro trabajo, de nuestro Centro Juvenil, de nuestra parroquia, de nuestra familia…
¡No pensemos que Jesús solo se muestra en el Tabor! Aprovechemos esas experiencias al máximo, pero no sucumbamos a la tentación de querer vivir siempre en ellas. No sucumbamos a la tentación del Tabor. ¡Volvamos con fuerzas y entusiasmo renovados a las Galileas de nuestras vidas porque ahí, nos lo ha prometido, nos espera Jesús!
Fuente: Boletín Salesiano
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