La pandemia ha cambiado el modo en que nos relacionamos con el mundo, con los otros y con nosotros mismos.
Comienzo con una bonita historia: Un equilibrista extendió una cuerda, a una discreta altura, sobre un amplio mercado. Primero se exhibieron algunos malabaristas, pero sus espectáculos duraron más de lo previsto y la plaza se oscureció. La exhibición del equilibrista se llevaría a cabo bajo la luz de un reflector.
En la penumbra, el artista no se percató de que un chiquillo lo siguió al subir por la escalera y, cuando dio los primeros pasos sobre la cuerda, lo descubrió detrás de él.
“¿Qué haces aquí?”, le preguntó. “Quiero ir contigo sobre la cuerda”. “¿No tienes miedo?”. “Mientras esté contigo, no”.
El alambrista tomó al niño y se lo echó a los hombros y para distraerlo de la altura, oscuridad y peligro del vértigo, le dijo: “¡Mira qué bonitas son las estrellas allí arriba! ¡Mira fijamente a las estrellas!”.
Y mientras que el niño miró, no pensó en el peligro del abismo y se dejó transportar sobre la cuerda a lo largo de aquella plaza abarrotada de curiosos por el espectáculo.
Subirse a la cuerda
Don Bosco sería el primero en “subirse a la cuerda” con los chicos y jóvenes. Sería el primero en estar presente, haciendo uso de toda su creatividad, capacidad y competencias para llevar a los jóvenes hacia la esperanza, creyendo en ellos mismos, ofreciendo protagonismo, hablando a cada uno del gozo de vivir y crecer en armonía, formándoles en el compromiso valiente para con los demás, sobre todo, con los más necesitados.
Aquí está la esperanza en este tiempo: la oportunidad de crecer y aprender juntos como equipos de estudiantes, familias, maestros y especialistas. Debemos valorar lo que hemos ganado en esta crisis (un ambiente mejor, una vida más lenta, el estar juntos como familia) y lo creativos e innovadores que han sido tantos educadores al responder rápida y eficazmente, por ejemplo, a través de lo digital.
Las cosas serán diversas y nosotros las queremos diversas. No queremos volver a donde estábamos, sino que queremos cambiar para mejor, innovar, crear, creer en nosotros, en nuestros recursos, en la educación como factor de cambio.
Necesitados de creatividad
Para crear nuevos paradigmas y respuestas. La audacia de una vida que es portadora de algo nuevo. Tenemos necesidad de soñar una nueva vida que se vuelva realidad. La tarea será ardua y tardará mucho. No requiere de improvisaciones, sino de la seguridad de un testimonio y de nuestra autoridad, el gozo de nuestra esperanza. Más que nunca, nuestra presencia y testimonio son necesarios. Y más que nunca a los jóvenes no podemos dejar solos: nos esperan con los brazos abiertos, para vivir una vez más su vida, con la fuerza de un amor capaz de superar todo, porque en todo esto ¡sólo el amor puede triunfar! Debemos soñar de nuevo el sueño de los jóvenes.
Espero que hayamos aprendido a ser más conscientes de la conexión humana, más determinados a educar bien a niños y jóvenes, más conscientes del poder de la amabilidad humana y concentrados en trabajar con las familias y organizaciones para educar al futuro.
Con método salesiano
Incluye siete características:
Acogida completa y cordial. Los diálogos de Don Bosco con los jóvenes revelan su capacidad de acogida plena y cordial, elemento fundamental de la relación educativa salesiana. En un modelo de comunicación informal, situacional y amigable, Don Bosco llega al corazón, superando las barreras del “distanciamiento social” y así todos se sienten acogidos y amados.
Sintonía y apertura empática. Don Bosco recomienda a sus salesianos una cercanía con los jóvenes, rica de atenciones y gentileza.
Conocimiento del joven y de sus posibilidades. Según la pedagogía de Don Bosco, el joven siempre puede hallar dentro de sí recursos personales que, junto a la “gracia”, lo llevan a proponer y alcanzar nuevas metas de mejora y conquista de sí.
Experiencia educativa y pastoral en la vida cotidiana. El acompañamiento educativo se realiza en la vida cotidiana del patio, por ejemplo, el espacio (informal) por excelencia para conocer y acompañar a los jóvenes. En los momentos de la vida cotidiana, educador y estudiante entran en frecuentes conversaciones, comparten momentos de trabajo y ocio en una relación de conocimiento recíproco, a menudo también de intensa amistad, que prepara en confianza, dedicación y docilidad.
Ambiente educativo y estilo familiar. Buscando imitar lo que experimentaba en su propia familia, Don Bosco quiso transferir este espíritu familiar a la vida cotidiana de Valdocco. La convivencia entre educadores y muchachos debía ser similar a aquella entre padres e hijos.
La prevención como sistema. El concepto de prevención desarrollado por Don Bosco no es de naturaleza puramente asistencial y protectora. Es promocional, está dirigido al potenciamiento para superar los factores negativos que pueden destruir a la persona.
El acompañamiento personal como dirección espiritual: la santidad. El educador de Don Bosco no se limita a lo humano, sino que va a lo espiritual. Su fin es la felicidad plena. Y por este fin va “hasta la temeridad”: caminar sobre la cuerda es siempre difícil y arriesgado, pero, sobre los hombros de Don Bosco, vamos sin miedo hacia el futuro, hacia el Cielo.
Fuente: Boletín Salesiano
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